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Este artículo fue adaptado de la edición impresa de AQ sobre Venezuela después de Maduro. | Read in English
Un estacionamiento casi vacío le da la bienvenida a Mónica Kräuter cuando llega a trabajar a la Universidad Simón Bolívar (USB). Hace no mucho le era casi imposible encontrar un espacio disponible. Ahora, unos 25 carros ocupan un lugar construido para 150, un recordatorio diario del rápido deterioro bajo Nicolás Maduro de un sistema educativo del que alguna vez Venezuela se podía jactar.
“Viví las épocas doradas de esta universidad”, Kräuter, de 55 años, le dijo a AQ. “Es extremadamente doloroso para mí verla en estas condiciones”.
Aunque alguna vez se contaban entre las instituciones de investigación más aclamadas de América Latina, las universidades públicas venezolanas ahora se están literalmente desmoronando. Los salones no tienen luces, la pintura se cae de las paredes, las bibliotecas estás desactualizadas y los baños no funcionan.
La intromisión del gobierno, los miedos sobre la seguridad y sueldos que equivalen apenas a 10 dólares al mes han espantado a cientos de profesores y a miles de sus alumnos. La facultad de la USB es ahora 25 por ciento más pequeña de lo que era hace cinco años; una encuesta de 2015 mostró que el 80 por ciento de los estudiantes de las cuatro principales universidades de Caracas estaban planeando emigrar.
Que el sistema educativo siga funcionando, o que escuelas como la USB y la Universidad Central de Venezuela puedan seguir apareciendo en las listas de las mejores 50 universidades de la región es prueba del buen trabajo de aquellos, como Kräuter, que se han quedado.
“Necesitamos hacer que los estudiantes sigan viniendo y que el gobierno se aleje mostrándoles que no nos rendiremos”, dijo Kräuter.
Kräuter ha enseñado química en la USB por los últimos 20 años. Su activismo por la educación venezolana llegó a una audiencia más amplia en 2014, después de que ella publicara un estudio sobre el gas lacrimógeno que las fuerzas de seguridad estaban usando contra los manifestantes que estaban marchando por las calles de Caracas por ese entonces. Kräuter recibió decenas de llamadas amenazantes de la policía y visitas de las fuerzas de seguridad como resultado de sus hallazgos, que demostraban que el gas en cuestión podría ser fatal.
Su hijo, por ese entonces un estudiante de la USB, dejó la universidad en 2016 debido a cuestiones de seguridad. Pero, a pesar de los riesgos que Kräuter toma al quedarse, ella ve que el rol de los profesores es esencial para evitar que Venezuela caiga aún más en el caos y para crear las fundaciones de una eventual recuperación.
“Mantener vivas a las universidades depende de nosotros”, dijo Kräuter. “Serán las principales responsables del cambio, como lo son siempre que cae una dictadura”.
Según Kräuter y otros profesores que hablaron con AQ, volver a construir el sistema educativo después de Maduro implicará primero restablecer el control institucional de la universidades que el gobierno ha intentado cooptar.
A principios del año 2000, el presidente Hugo Chávez comenzó un programa de universidades “bolivarianas” diseñado para crear profesionales socialistas. Ahora hay por lo menos 26 de estas universidades, las cuales reciben más de la mitad del presupuesto designado para la educación superior. El sistema fue exitoso en aumentar la matriculación universitaria, que incrementó en casi un 300 por ciento entre 2000 y 2014.
Pero los funcionarios de las 10 universidades independientes más grandes del país dicen que ya no queda nada o casi nada para la investigación, que es esencial para atraer a profesionales de alto perfil. En 2017, por ejemplo, la USB recibió apenas la financiación necesaria para cubrir el 10,5 por ciento de sus necesidades, según el decano de la universidad. La mayoría de eso se fue pagando salarios.
Según Kräuter, el apretón del gobierno a las universidades independientes sigue un patrón histórico: “el conocimiento es una amenaza para cualquier régimen autoritario”, dijo.
El Concejo Universitario Nacional, un organismo gubernamental, es un ejemplo perfecto. El concejo ahora tiene la última palabra sobre un 20 a 50 por ciento de las admisiones y no ha aprobado la creación de nuevos programas desde 2010.
El sistema universitario es tan solo aspecto del sistema en deterioro de Venezuela. Los estudiantes de primer año cada vez llegan menos preparados para poder lidiar con cursos universitarios, dijo Kräuter, pues las escuelas primarias y secundarias sufren de la misma austeridad y fuga de cerebros que afecta a las universidades.
En respuesta, Juan Carlos Rubertiello, un profesor de filosofía de la Universidad de Carabobo, sugirió añadir un año después del bachillerato para ayudar a balancear los estudios de los estudiantes antes de comenzar la universidad, una vez que las condiciones políticas y económicas lo permitan.
Fundamentalmente, restaurar la educación venezolana depende de lo mismo que la mayoría de sectores de la sociedad: la habilidad de ganar un sueldo decente.
“Todos sabemos que ser un profesor no es lucrativo en ninguna parte del mundo”, dijo Kräuter. “Pero tampoco debería ser humillante”.
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Krygier es un corresponsal especial del Washington Post en Caracas. Zúñiga es un periodista freelance basado en Caracas.