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Este artículo fue adaptado de la edición impresa de AQ sobre Venezuela después de Maduro. | Read in English
Algunos de los seguidores de Twitter de Asdrúbal Oliveros reaccionaron agriamente a finales de 2017 cuando el economista de 41 años anunció sus planes de unirse a la oposición venezolana en negociaciones con el gobierno. Hubo incredulidad, acusaciones de ingenuidad y peor aún: la sugerencia de que Oliveros era un traidor, de que de alguna manera él era cómplice de los crímenes del gobierno simplemente por querer sentarse a hablar.
Fue un momento difícil para el director de Ecoanalítica, una de las firmas de datos y análisis más respetadas de Venezuela. Oliveros no quería participar en las negociaciones para satisfacer alguna ambición política; estaba allí para ofrecer una guía económica en medio de la peor recesión de la historia de Venezuela. Y si eso implicaba al menos una media oportunidad de poder sacar a su país de las tinieblas, Oliveros se sentaría y lo haría de nuevo.
“Las alternativas (a la negociación) son demasiado dolorosas”, le dijo a AQ.
Oliveros entiende perfectamente bien los peligros de negociar con un gobierno que se ha hecho el de la vista gorda frente al sufrimiento de su propio pueblo. Pero como parte de una generación joven de economistas que ha pasado la gran mayoría de sus vidas adultas bajo el chavismo, es una de las pocas personalidades en Caracas capaz de confrontar al gobierno y de al mismo tiempo intentar encontrar lugares comunes.
Esa habilidad de tener diálogos civiles con chavistas será una parte valiosa y quizás subvalorada de cualquier transición política futura. Mientras que el gobierno actual es impopular, el chavismo todavía tiene muchos adeptos: el fallecido presidente Hugo Chávez gozaba de una tasa de aprobación de casi el 80 por ciento en la cima de su popularidad en 1999. A diferencia de algunos economistas venezolanos más conocidos, especialmente aquellos que viven en el exilio, Oliveros valora la creación de consensos que será necesaria para arreglar una economía que es un 20 por ciento más pequeña de lo que era hace una década.
En efecto, Oliveros dice que busca “mantener una perspectiva crítica, en vez de una emocional” en sus conversaciones con funcionarios del gobierno. Admite que en los últimos meses se ha vuelto más difícil, debido a una crisis que empeora. Ecoanalítica proyecta una recesión del 10 por ciento este año; el FMI y otros predicen un número aún mayor. La inflación podría llegar al 13.000 por ciento o más en 2018.
“Nos hemos vuelto inoperantes, un país obsoleto”, le dijo Oliveros a AQ. “Tenemos que volver a la modernidad”.
Clave para lograrlo, dijo Oliveros, será ayudar a los venezolanos a navegar entre las falsedades del gobierno sobre el estado de la economía. En un video reciente publicado en línea por el sitio de noticias venezolano El Estímulo, Oliveros aparece con una camiseta polo amarilla ofreciendo consejos sobre cómo sobrevivir en la hiperinflación (toma decisiones financieras rápidamente, considera solicitar préstamos y, sobre todo, ayuda a tu vecino).
El trabajo de dar consejos en una crisis es familiar para Oliveros. Entre los clientes de Ecoanalítica hay más de 500 empresas venezolanas, firmas multinacionales y organizaciones internacionales, muchas de las cuales están teniendo problemas para enfrentarse a una economía en caos.
“La preocupación principal (de nuestros clientes) ahora es cómo mantener las operaciones a flote”, dijo Oliveros.
Incluso eso no es una tarea pequeña. Los controles de precios y las restricciones a las importaciones han destrozado la capacidad productiva del país.
Por lo menos cuatro millones de trabajadores del sector privado han perdido sus trabajos desde 2013. Y a pesar del derroche del gobierno en programas sociales, la tasa de pobreza, que disminuyó dramáticamente en los primeros años bajo Chávez, ahora está por encima del 80 por ciento.
Venezuela necesita divisas internacionales desesperadamente, dijo Oliveros. Las reservas son menos de 10.000 millones de dólares, la cantidad más baja en más de dos décadas. Rebalancear la tasa de cambio será necesario para la recuperación, posiblemente a través de la dolarización o de un reemplazo autóctono del bolívar.
Cualquier solución necesitará de un influjo masivo de financiación de organizaciones como el FMI y el Banco Mundial para estabilizar los precios y comenzar a reconstruir la infraestructura. Según reportes, la deuda externa ya está en unos 140.000 millones de dólares, si se incluyen los préstamos rusos y chinos.
El tiempo no está del lado venezolano.
“Estabilizar la economía hoy no es lo mismo que intentar estabilizarla en 2013, cuando Maduro ascendió al poder por primera vez”, dijo Oliveros. “No será lo mismo mañana. Cada día que pasa, los costos aumentan”.
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Russell es un editor senior de AQ