Una versión de este artículo se publicó originalmente en el portal Infobae América
“Con profundo dolor, la Delegación de Paz de las FARC-EP, se une al duelo de los bolivarianos de Venezuela y del mundo ante la noticia descorazonadora, triste, del fallecimiento del Comandante Presidente, Hugo Chávez.”
Las condolencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) fueron enviadas entre el maremágnum de pésames que el mundo entero dio a Venezuela: Sin embargo, no pasaron desapercibidas en el contexto político colombiano ante la innegable influencia que tuvo el fallecido líder bolivariano sobre el conflicto que azota al país hace medio siglo.
El presidente Juan Manuel Santos, quien recompuso las relaciones con Venezuela a su llegada al poder, también reconoció el papel de Hugo Chávez en el proceso de paz. “Si hemos avanzado en un proceso sólido de paz, con procesos claros y concretos, es también gracias a la dedicación y el compromiso sin límites del presidente Chávez”, dijo desde la Casa de Nariño.
Fruto de una enconada pelea diplomática, Chávez despertó más odios que amores en Colombia durante los ocho años de presidencia de Álvaro Uribe. Venezuela—país que hoy se desempeña como garante de los diálogos—fue acusado de dar albergue a las FARC y patrocinar la lucha armada de la guerrilla. Estas denuncias tuvieron su punto más álgido tras el hallazgo de las computadoras del número dos de las FARC, Raúl Reyes, quien falleció tras un bombardeo del ejército colombiano en Sucumbíos, Ecuador, en 2008.
Los mensajes encriptados de las computadoras de Reyes fueron estudiados por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), el cual reveló que Chávez se reunió en el año 2000 al menos dos veces con el líder guerrillero, y que habría prometido $300 millones para ayudar a la subversión colombiana en su lucha armada. Ecuador y Venezuela siempre impugnaron la veracidad de esas pruebas. Estos hechos provocaron la ruptura de las relaciones económicas entre Colombia y Venezuela, mientras Chávez acusó al gobierno colombiano de haber violado la soberanía ecuatoriana. Consecuentemente, el presidente bolivariano ordenó el envío de tanques hacia la frontera con Colombia y solicitó el retiro de todo el personal de la embajada de Venezuela en Bogotá.
La guerra verbal entre los dos países se atizó de tal forma que la mediación que Chávez estaba ejerciendo en la liberación de rehenes fue suspendida por Uribe. Santos, entonces su Ministro de Defensa, había sido el mayor detractor de este protagonismo de Chávez al considerar que el mandatario venezolano había usado las liberaciones como” propaganda política,” aprovechándose “del drama humanitario de los rehenes”.
Durante los ocho años de uribismo Santos fue un acérrimo detractor de Chávez y fue el primero que denunció la existencia de campamentos de las FARC en la frontera venezolana. También fue crítico del fin de la relación de Caracas con la Drug Enforcement Administration (DEA) al señalar que “buena parte de la droga colombiana sale por Venezuela”. Como resultado, durante la campaña electoral del 2011 en la cual Santos se fungía como el heredero legítimo de Uribe, Chávez llegó a calificarlo de “mafioso” y sostuvo que su elección significaría más guerra y menos posibilidades de reactivar el comercio bilateral.
Pero fue Santos quien le apostó a mejorar las relaciones con su vecino y le dio un lugar importante en la agenda colombiana. Escándalos como las revelaciones El Nuevo Herald sobre el conocimiento de Chávez de los vínculos su ex ministro de Defensa, Henry Rangel Silva con narcos y las FARC habrían sido un detonante para la diplomacia binacional, pero no en la era Santos: el presidente prefirió guardar silencio ante el caso.
Santos, quien sin duda prefirió la diplomacia a la confrontación, también le concedió a Venezuela la extradición del narcotraficante Walid Makled, capturado en Colombia en 2011, de quien se esperaba que de ir a Estados Unidos hablaría sobre la relación de funcionarios venezolanos con negocios ilegales como lavado de dinero y narcotráfico.
Tras la muerte del mandatario venezolano, figuras como el senador Juan Fernando Cristo, aseguró que “gústele a quien le guste, independientemente de las diferencias que pudimos tener los colombianos con muchas de las actitudes, Chávez fue clave para el proceso de paz”. Piedad Córdoba, ex legisladora cercana al fallecido presidente, lloró ante las cámaras al recordar emotivamente que Chávez fue un hombre “que amó a su gente y buscó la paz para Colombia.”
Chávez fue generoso con los colombianos en Venezuela a quienes ceduló masivamente—con propósitos electorales por supuesto. También fortaleció los programas de refugio y asilo los cuales, a pesar de no ser ideales, permiten proteger a más nacionales huyendo del conflicto.
Es improbable que su muerte desvié el curso de las conversaciones de paz, pero un cambio de timón en la política venezolana podría replantear por lo menos la política de defensa fronteriza. Lo cierto es que el líder bolivariano dejó una profunda huella tanto en Colombia, como en Latinoamérica y en el mundo.