Los jóvenes de hoy, que pertenecen a la primera generación en crecer en un momento en que la clase media supera a la clase pobre, tienen en promedio un nivel académico superior al de sus padres, están mucho más conectados al mundo a través de los omnipresentes teléfonos inteligentes y tienen metas mucho más ambiciosas. ¿Cuáles son sus sueños? ¿Cuán realistas son? ¿Qué los detiene?
Para encontrar las respuestas, pedimos a cuatro periodistas que siguieran de cerca durante ocho semanas la vida cotidiana de cuatro jóvenes: Andrés en Guadalajara; Lesly en Lima; Maynor en San Salvador; y Sabrina en Río de Janeiro. (Hemos omitido los apellidos de los jóvenes para proteger su privacidad).
Estando separados por diferencias culturales, nivel económico, raza e idioma -para no mencionar miles de kilómetros- era apenas natural que las experiencias de nuestros protagonistas fueran muy disímiles, pero lo que encontramos es que hay muchos factores que los unen. De hecho, todos son parte de una clase media más o menos delimitada, y tienen claridad sobre lo que necesitan para proyectarse al mundo a través del estudio, las redes sociales o los viajes.
Ven las oportunidades y les sacan partido a sus pasiones -la química, el fútbol, las comunicaciones, la iglesia- y los recursos con que cuentan -sus padres, su comunidad, sus colegios- para aspirar a más. Claro, esto es algo que por lo general hacen los jóvenes, pero la diferencia está en que ahora, más que en cualquier otro momento en América Latina, sus metas parecen alcanzables. Nuestros protagonistas también se parecen en los obstáculos que enfrentan. Algunos de índole económica, como la inestabilidad que los obliga a cambiar los estudios por el trabajo para ayudar en sus hogares. Algunos de índole estructural, incluidos los vecindarios inseguros, los colegios que no ofrecen programas adecuados o suficiente flexibilidad, o el transporte público que con sus deficiencias les roba preciosas horas de estudio o de sueño.
Los gobiernos que quieran ver sus países crecer, no solo ahora, sino durante las próximas décadas, harían bien en fijarse en Andrés, Lesly, Manor, Sabrina y en otros jóvenes como ellos, y enfocarse en entender lo que necesitan para ser exitosos. Lo que está en juego es importante, porque las perspectivas de estos jóvenes son en el fondo las perspectivas de toda América Latina.