La violencia en México no para. La mafia y sus horrendos crímenes son cada vez más asiduos y tristemente empiezan a sentirse como el pan de cada día. Tal vez peor, las esperanzas de que la situación se solucione rápido son mínimas. Hace poco el Presidente Calderón cayó en cuenta de que los carteles son más poderosos, tienen más influencia y están mejor armados de lo que se creía (gracias en buena parte a su vecino del norte). ¡Vaya sorpresa!
Para el departamento de estado norteamericano, México puede estar convirtiéndose un estado fallido. Pero esta visión es alarmista, miope e hipócrita. México podrá estar lejos de reducir los actuales niveles de violencia, pero lo está mucho más de perder el control del Estado a manos de grupos mafiosos.
A mi juicio el verdadero problema no son los narcotraficantes sino su razón de ser, que surge de la miopía de la “guerra contra las drogas”, cuya incansable promoción ha estado a cargo de Estados Unidos desde hace más de 30 años.
Y es que repitámoslo una vez más: la guerra contra las drogas ha sido un gran fracaso. Las políticas de erradicación, interdicción y criminalización no han logrado ni disminuir la oferta ni acabar con el consumo, que era lo que originalmente pretendían. Hoy día se producen drogas sintéticas y naturales en casi todos los rincones del mundo y la gente sigue consumiéndolas igual o más que antes. Por otro lado, esta guerra ha tenido dos consecuencias nefastas. En primer lugar ha creado un “mercado negro” gigantesco, donde se aplica la ley del más fuerte. Por ello vemos cada vez más bandas de mafiosos, más sangrientas y mejores armadas. En segundo lugar, la prohibición ha hecho que el negocio sea inmensamente rentable. Para poner un ejemplo, producir un gramo de cocaína vale aproximadamente $2 en Colombia. Al venderlo en Estados Unidos, este mismo gramo ya cuesta alrededor de $100. En Japón cuesta alrededor de $200. ¿Qué otro negocio produce rendimientos de 5,000% y 10,000%? No muchos.
México no va a ser un estado fallido. Sus instituciones son lo suficientemente fuertes y estables. Eventualmente, la violencia criminal va a ceder y las bandas criminales terminarán siendo más dispersas, pequeñas y discretas. El país tendrá que aprender a convivir con el narcotráfico, tal como lo hizo Colombia después de los años 80.
¿Es esto justo? Claro que no. Mientras se mantengan las políticas actuales, el narcotráfico y todos sus problemas van a permanecer intactos. Es el momento para buscar alternativas entre países productores y consumidores que se ajusten a la realidad. De lo contrario, seguiremos sumando cadáveres, las bandas criminales continuarán creciendo en otros países, y aparecerán más personas dispuestas a encontrar “estados fallidos”, donde lo que existe es una estrategia –o, más bien, un fiasco- sin sentido.