En total, 31 jefes de Estado, 11 jefes de gobierno, 132 delegaciones de todo el mundo y de diferentes congregaciones religiosas, asistieron este martes al comienzo oficial del pontificado del papa Francisco, el primer latinoamericano en llegar a la cabeza de la Iglesia Católica que congrega a 1.200 millones de fieles, la mitad de ellos en la región. Todo fue histórico en este día en el Vaticano: desde la presencia del presidente de Taiwan, Ma Ying-jeou hasta la del líder de la Iglesia Ortodoxa, Bartolomé, pasando por el celebrado hecho de que la curia romana haya escogido a un arzobispo no europeo, jesuita, (que no figuraba en el sonajero de los papables) para reemplazar a un pontífice, Benedicto XVI, quien también por primera vez en la historia renuncia.
Y en medio de todo ese simbolismo hay algo todavía más relevante: el significado para la Argentina de tamaña decisión en momentos en que la curia y el oficialismo están más enfrentados que nunca. Este lunes cuando Francisco recibió a la mandataria de Argentina Cristina Kirchner, en ese escenario cálido en el que intercambiaron regalos y bromearon ante las cámaras, en realidad estaban sentadas en el Vaticano, frente a frente, dos visiones de país.
La presidente le pidió al Pontífice que intercediera ante Gran Bretaña por el reclamo de soberanía de las Islas Malvinas, recordando la labor que ejerció Juan Pablo II cuando intermedió en el conflicto entre Chile y Argentina por el canal de Beagle que amenazaba con desestabilizar el Cono Sur en 1978. Pero aunque Francisco también cree que las Malvinas son argentinas, -lo que, dicho sea de paso, no lo califica como un mediador neutral- el epicentro del asunto es que Roma tiene su propio conflicto con la Iglesia Anglicana hace 500 años, que reconoce a la reina de Inglaterra como la exclusiva jefe de su iglesia.
La cordialidad y la diplomacia características de estos encuentros no hicieron olvidar que el hasta hace una semana cardenal Jorge Mario Bergoglio, ha sido por años un férreo crítico de las políticas de los Kirchner a quienes cuestionaba públicamente por las denuncias de corrupción en su gobierno, la crisis del campo en 2008, las políticas “ineficaces” para combatir la pobreza y la aprobación del matrimonio igualitario, el aborto no punible, y la ley de identidad de género, tres de los temas más algidos para la Iglesia.
“Somos un gobierno revolucionario y el nuevo papa dijo que el matrimonio gay era parte del plan del diablo”, resumió una funcionaria anónima de la Casa Rosada, citada por un diario nacional. En Argentina también se aplica la eutanasia a ancianos enfermos y se reparte gratuitamente la anticoncepción de emergencia, conocida popularmente como la píldora del día después. Temas todos atacados desde las homilías del Arzobispo Bergoglio.
Cristina por su parte, quien acogió el nombramiento de Francisco con una fría carta protocolaria, había trasladado en los últimos años la ceremonias del Tedéum del 25 de mayo desde la catedral porteña, donde oficiaba el Papa, a otros templos del país: prefería asistir a una misa en Bariloche que al frente de la Casa Rosada. Según trascendió en la prensa en estos días, Cristina le había negado 14 audiencias al hoy Padre Santo.
Ahora, tras esa reunión privada en el Vaticano, Cristina tuvo que reconocerle a Bergoglio su lucha contra la trata de personas, la esclavitud y la pobreza en Argentina, pese a que días atrás, tras oír su nombre, voces cercanas al oficialismo recordaron su papel durante la dictadura que cometió aberrantes violaciones de derechos humanos entre 1976 y 1983.
Las abuelas de Plaza de Mayo, actor político activo como nunca en las administraciones de los Kirchner en Argentina, dijeron en un comunicado que Bergoglio nunca apoyó los juicios de las dictaduras (aunque testificó) y que la Iglesia nunca quiso proporcionar pruebas sobre su conducta en estos oscuros años en casos de torturas, homicidios y robos de bebés. La acusación más grave que ha dado la vuelta al mundo por estos días, que el entonces cura Bergoglio habría entregado a dos sacerdotes practicantes de la Teología de la Liberación a militares, provocó un comunicado del Vaticano en su defensa.
Bergoglio, quien en sus apariciones más políticas, logró calificaciones de tapas de revistas como “El cardenal que no le teme al poder”, también fue alabado por 40.000 argentinos en la Plaza de Mayo, quienes hicieron la vigilia al igual que en otras catedrales del país, para seguir la asunción por pantallas gigantes, Para los argentinos, que se enorgullecen con especial pasión de sus figuras públicas, las palabras de reconciliación del Papa que les hizo una llamada telefónica no generan duda sobre el mensaje de su papado: “Les quiero pedir un favor, caminemos juntos todos … que no haya odio, que no haya pelea, dejen de lado la envidia, dialoguen entre ustedes”
Aunque la llegada de Karol Wotjila al Vaticano en 1978 inspiró en Polonia el origen de movimientos sociales y políticos que pusieron fin a un régimen autoritario, es apresurado decir cómo el papado de Francisco influirá en Argentina y si guiará los caminos de la reconciliación política en este polarizado país. El nuevo Papa ha sido un abierto opositor a la reelección de mandatarios, un tema vital para los comicios que tendrán lugar este año en el país del sur.
Por ahora, Argentina se desvela describiendo cada gesto de humildad que se asegura como un aire nuevo para el Vaticano. Lo que es innegable es que es un momento único para Latinoamérica en la política mundial.