Este mes, parte de Caracas y varias ciudades del país se volvieron campos de batalla entre estudiantes, ciudadanos de todas las edades y los cuerpos de seguridad del Estado. Organizaciones no gubernamentales, como el Foro Penal Venezolano, aseguraron el miércoles 12 de marzo que habían registrado 1.313 detenciones relacionadas con las protestas estudiantiles durante el mes de febrero.
En Caracas y Valencia, hay denuncias y documentación de maltratos de más de 34 jóvenes, y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa denunció que más de 89 periodistas (algunos corresponsales extranjeros), han sido agredidos: 22 fueron detenidos temporalmente cuando cubrían las manifestaciones y a más de 20 les robaron sus equipos.
Para el 7 de marzo de 2014, la Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, ofreció nuevas cifras del conflicto: “Tenemos 318 personas lesionadas y 19 fallecidas. De las 318 lesionadas, 217 son civiles y 81 son funcionarios policiales y fiscales.”
Además, señalo que el Ministerio Público había recibido 25 denuncias por violación de los derechos humanos de protestantes por parte de funcionarios de seguridad pública: “Tenemos privados de libertad a 15 funcionarios activos por casos de violaciones a los derechos humanos (…) aún tenemos cinco órdenes de captura de funcionarios.” Para esa fecha, la funcionaria reveló que 1.322 personas habían sido presentadas ante los tribunales de control, de las cuales sólo a 35 se les había otorgado libertad plena.
La noche del 15 de febrero, Johanna Castro decidió salir a trancar la avenida principal de Bello Monte con un grupo de estudiantes. Castro tiene 22 años y unos pulmones infinitos con los que gritó: “¡Protesto por los asesinatos, la violencia, porque no hallo que comer, porque a mis panas los están asesinando, porque la Guardia Nacional no hace nada y está matando gente!” Cursa sexto semestre de Comunicación Social en la Universidad Santa María.
Para Euro Noriega, secretario de la Federación Estudiantil en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, sin lucha el futuro es negro: “Si peleamos, se nos aclara. La paz es que cuando llegue a la casa mi mamá me eche la bendición sin pensar que me mataron. Es ver a mis hijos. Es que cuando salgamos no nos roben o maten—eso es paz. No lo que dice Maduro, que nos manda infiltrados a Chacao, manda los colectivos para matarnos.”
Era el domingo 16 de febrero y los estudiantes habían convocado a una concentración en la avenida Francisco de Miranda. Noriega, alto y moreno, sudaba copiosamente luego de estar unos minutos frente a los 3.000 ciudadanos que acudieron a la convocatoria. “El movimiento estudiantil pide que cese la inseguridad,” dijo Noriega, “si Maduro no puede gerenciar el país, que renuncie (…) Si Maduro desarma a los colectivos, si hace justicia y está pendiente de las cosas económicas, entonces podemos hablar.”
Daniel Álvarez estudia ingeniería electrónica en la Universidad Simón Bolívar. También se paró en la tarima y gritó consignas por varios minutos. Temblaba de emoción cuando formuló sus peticiones: “Todos pedimos seguridad, tranquilidad, libertad de expresión y de prensa, pero lo fundamental es un cambio en el sistema venezolano, en la conducción del país hacia un sistema democrático que garantice los derechos básicos de todos.”
En un comunicado escrito por el movimiento estudiantil y publicado en varios diarios del país e internacionales, atizaban: “Nuestra resistencia es legítima; ningún gobernante tiene el derecho de asumir las riendas de la vida de los seres que gobierna. El gobierno es un simple delegado en la administración de lo público: jamás serán faros del existir de la ciudadanía. (…) Es por ello que nuestra convocatoria se extiende a todos los venezolanos, está en juego el futuro de todos nosotros. Juntos lograremos revertir el proceso de descomposición política, económica, social y cultural al que este régimen nos ha llevado. Es vital vencer, de lo contrario, no seremos dueños de nuestro destino. Sin libertad, nada.”
A esto, el presidente Maduro respondió con un llamado al diálogo desde Miraflores: “Estoy dispuesto a recibir a los dirigentes estudiantiles legítimos de las universidades del país para hablar en esta sala sobre la paz, el progreso, la calidad de educación pública, la lucha contra la delincuencia y los antivalores de la criminalidad.” Hasta los momentos, este encuentro no se ha producido y el Primer Mandatario asegura que los funcionarios registrados disparando en fotos y videos este febrero están siendo investigados.
El movimiento estudiantil protesta con fuerza, convoca a centenares de manifestantes y miles de ciudadanos, mientras, en las mismas ciudades y estados, mucha otra gente se resguarda en sus casas y no participan.
La modelo y estudiante universitaria, Génesis Carmona, murió de un disparo en la cabeza en la ciudad de Valencia el 19 de febrero. Era Miss Turismo Carabobo 2013 y junto a ella cayeron heridas siete víctimas más de los disparos. Rápidamente el gobierno aseguró que la trayectoria de las balas comprobó que el disparo vino desde atrás de la miss: “Ya está balísticamente comprobada la trayectoria y ya están los testimonios, inclusive algunos de ellos corriendo por el mundo, de que la mató gente que iba en la propia marcha de la oposición con un balazo por la espalda,” aseveró el presidente Maduro en una rueda de prensa.
Otros testigos afirman que la marcha fue emboscada por grupos parapoliciales afectos al gobierno, quienes dispararon. Mientras continúan las investigaciones, no calman las protestas, y la muerte de Génesis—como la de tantos otros venezolanos—pertenece al enigma de las manifestaciones violentas donde inocentes y culpables son medidos por la misma vara.