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Estados Unidos y Venezuela: Acciones por encima de la retórica



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Turbulentas han sido las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela desde que Hugo Chávez dio rienda a su proceso revolucionario en 1999. En medio de altas y bajas, John Maisto, embajador norteamericano en Caracas entre 1997 y 2000, pareció entender con rapidez el fenómeno bolivariano y apuntó que “hay que fijarse en lo que Chávez hace, no en lo que dice”. 

Desde entonces, Caracas y Washington han vivido cualquier cantidad de desencuentros políticos, especialmente entre 2001 y 2009, durante la gestión de George W. Bush. En esos años, Chávez no titubeó al desatar su oratoria y, con la acepción negativa del verbo, innovó en estilos diplomáticos al usar epítetos como “diablo” y “burro” para referirse a su homólogo norteamericano. 

Algunos podrían pensar que una de las mayores frustraciones del ex presidente Hugo Chávez era que “el imperio”, como solía enunciar, era el principal socio comercial del país que proclamaba su segunda emancipación. Un cliente que recibe la mitad de los 3 millones de barriles de petróleo que Venezuela produce diariamente. También un proveedor que despacha la mayoría de los bienes que la nación caribeña consume. En síntesis, un aliado con quien la balanza comercial ha crecido durante cuatro años consecutivos. 

Pero sin ánimos de entrar en el terreno especulativo, lo cierto es que uno de los grandes apegos de “la revolución bonita” era la oratoria de su líder, y gran parte de la, tan mentada, segunda independencia nacional no era otra cosa que una intachable clase improvisada de retórica. En la práctica, la Venezuela de nuevas instituciones y lemas patrióticos era tan pro americana como aquella que en los años 70 hacía gala de la bonanza petrolera comprando ropa y bienes en Miami.

Culturalmente, la afinidad entre ambos países es tan grande que, justamente, la motivación que llevó a Hugo Chávez a la Academia Militar no fue otra que el béisbol, el deporte bandera de los americanos. El sueño del, entonces, recluta era ser descubierto por un seleccionador e iniciar su carrera de ascenso hacia las grandes ligas. Años más tarde, la política le permitiría una mínima satisfacción personal: en 1999, durante su única visita oficial a Estados Unidos, fue invitado a abrir un juego en el estadio de los Mets de Nueva York. 

Su admiración por el líder cubano, Fidel Castro, y sus coqueteos con China en busca de apoyo político a cambio de petróleo, no modificaron ni un ápice la relación comercial entre Caracas y Washington. Políticamente, el saldo de la retórica sí es constatable: ocho años desde la última reunión de cancilleres, cinco años sin embajadores, y apenas un encuentro oficial de mandatarios. 

El apretón de manos que Obama y Chávez protagonizaron ante el frenesí de las cámaras, en 2009, durante la cumbre de las Américas de Trinidad y Tobago, fue un suerte de presagio, descartado dos años después cuando Venezuela rechazó las credenciales del embajador designado, Larry Palmer. 

La semana pasada, nuevamente un apretón de manos figuró en la prensa nacional: el secretario de Estado, John Kerry, y el canciller venezolano, Elías Jaua, sonrieron ante los flashes, y con banderas de fondo, dieron garantía de que ambas magistraturas quieren un acercamiento. 

Según Jaua, ésta fue una de las últimas instrucciones de Chávez. Esto a pesar de que el 5 de marzo, horas antes de anunciar la muerte del mandatario, su sucesor, Nicolás Maduro, expulsó dos agregados militares de Estados Unidos bajo acusaciones de supuestos intentos de “desestabilizar” el régimen. Los meses subsiguientes no fueron menos frenéticos: el Ejecutivo venezolano denunció que Washington no sólo podría ser el culpable del cáncer que afectó a Chávez, sino que además tejía planes para asesinar a Maduro, y, también, a su contendor Henrique Capriles Radonski.

En medio del vaivén discursivo, Calixto Ortega, actual encargado de negocios venezolano en Washington, aseguró que no existe aquello de “malas relaciones” con Estados Unidos, es sólo “una matriz mediática”, frase de efecto que emplean los seguidores de la causa revolucionaria para desmeritar un hecho y volverlo apenas una invención de la prensa opositora. 

Paradójicamente, Ortega afirmó este miércoles que “hay una nueva etapa en las relaciones con Estados Unidos”, hasta adelantó que podría venir un encuentro Obama-Maduro. Tocará ver si esta nueva etapa se materializa, o si, por el contrario, la máxima de Maisto también se aplica a los herederos del proceso. 

 

 

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Paula Ramón is a contributing blogger for AQ Online. She is a Venezuelan journalist based in Brazil.

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