Este artículo es parte del reportaje especial de AQ sobre alcaldes latinoamericanos | Read in English | Ler em português
Exactamente hace cincuenta años, al recibir el Premio Nobel de Literatura en Estocolmo, el poeta chileno Pablo Neruda concluyó su discurso con una nota esperanzadora, incluso utópica. “Sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres”, dijo Neruda. “Así la poesía no habrá cantado en vano”.
Ese lenguaje tan elevado parece estar totalmente fuera de lugar en las Américas de hoy, ya que muchos países siguen luchando contra la pandemia y contra una recuperación económica lenta y desigual. Muchos de los presidentes de la región parecen estar distraídos en guerras ideológicas, reales o imaginarias, o simplemente son incapaces de estar a la altura del momento. Se podría llegar a la conclusión de que ninguno de los políticos actuales está capacitado para afrontar los numerosos retos que se presentan tras la COVID.
Pero esa conclusión sería errónea. En este informe especial examinamos más de cerca a los alcaldes de América Latina, muchos de los cuales están resolviendo problemas reales mientras impulsan a la región por el arduo camino de la recuperación. Aunque la visión de Neruda de una “espléndida ciudad” parece lejana, los alcaldes que presentamos aquí están estimulando la creación de empleo y la inversión, están incluyendo en la toma de decisiones a poblaciones que han estado marginadas durante mucho tiempo y, en algunos casos, están haciendo frente con éxito a la marea antidemocrática que está creciendo en gran parte del mundo occidental.
¿Por qué hay tantos alcaldes teniendo éxito? Hay algunas lecciones.
La primera es que los alcaldes parecen estar demasiado ocupados para involucrarse en las cuestiones culturales que tanto interesan a muchos líderes nacionales. Esto fue especialmente cierto durante la pandemia, ya que los alcaldes adaptaron los espacios públicos para establecer hospitales temporales, construyeron nuevos carriles para bicicletas e hicieron todo lo posible para que las escuelas volvieran a abrir con total seguridad. La segunda es una inclinación hacia el pensamiento a largo plazo: Muchos de los alcaldes aquí perfilados parecen percibirse a sí mismos como custodios temporales de un proyecto de varias décadas, en lugar de aspirar a ser mesías que pretenden derribar la obra de sus predecesores (o construir su propio reinado de 50 años). Por último, la naturaleza de su trabajo mantiene a los alcaldes en estrecho contacto personal con sus electores, a diferencia de la burbuja que envuelve a tantos presidentes.
Es demasiado pronto para saber cuáles serán los efectos a largo plazo de la pandemia en el funcionamiento de las ciudades latinoamericanas. Pero en la región más urbanizada del mundo (con el 80% de la población viviendo en ciudades), está claro que la búsqueda de “luz, justicia y dignidad”, por usar la fase de Neruda, seguirá recayendo en gran medida en los alcaldes. Y esta es una buena noticia.