QUITO — África está emergiendo como una potencia global, pero las percepciones sobre el continente siguen estando influenciadas por estereotipos. En América Latina, la gente todavía tiende a menospreciar a África y Asia, mientras admira a Europa y América del Norte.
Una reciente conversación con amigos fue un recordatorio contundente de eso. Mientras Ecuador, mi país de origen, lidiaba con cortes recurrentes de energía, alguien comentó: “Estamos incluso peor que Sudáfrica”, país que declaró un estado de emergencia nacional durante tres meses este año debido a una crisis energética. Si bien los problemas de Ecuador no son tan graves por ahora, los países latinoamericanos no están exentos de tales desafíos, pero aun así sigue siendo difícil para nuestra región identificarse con otras partes del Sur Global.
Sin embargo, eventos recientes en el desarrollo regional africano, desde un área de libre comercio hasta el surgimiento de la Unión Africana, muestran que es hora de cambiar de paradigma: América Latina debe considerar las valiosas lecciones de África.
El lugar recientemente destacado de África en el mundo no solo se debe a su vasto tamaño y población joven, sino también a esfuerzos intencionales de integración. Durante las últimas dos décadas, la Unión Africana (UA) ha sido una plataforma institucional crucial, interactuando con agencias globales, instituciones financieras y actores externos. Está dando sus frutos: la UA tendrá un asiento en la mesa de las mayores economías, convirtiéndose en el miembro permanente más reciente del grupo G20.
Además, la recientemente establecida Área de Libre Comercio Continental Africana (AfCFTA) es un testimonio del compromiso de África con la unidad. Va más allá de un acuerdo de libre comercio: AfCFTA aborda aspectos críticos como el movimiento de personas y trabajo, la competencia, la inversión y la propiedad intelectual.
Integración eficaz
Estos logros no son menores dada la gran escala de África. Su área terrestre supera el tamaño combinado de Estados Unidos, China e India, y es 70% más grande que América del Sur. En cuanto a la población, para 2050, África será el doble del tamaño de Europa, EE. UU. y Canadá combinados, y tres veces más grande que América Latina.
Una región más pequeña debería poder integrarse de una manera eficaz. Es lamentable que la política interna interfiera constantemente con una visión de unidad regional latinoamericana y que la polarización impida debates sobre cuestiones que trascienden las fronteras nacionales. Se han creado muchos espacios regionales para promover la cooperación, pero ninguno tiene el peso político para impulsar una unidad verdadera. Una visión para superar los conflictos políticos es esencial para América Latina.
Algunos argumentarían que la diversidad y las diferencias políticas de la región son un factor limitante. Sin embargo, África no es menos diversa, y las disparidades regionales abundan en el continente. Mientras muchas naciones obtuvieron la independencia en la década de 1960, hay países que todavía son democracias en crecimiento, algunos obtuvieron su independencia en la década de los 90’ y otros tan tarde como en la década de 2010. El tamaño de sus economías es bastante disimil: por ejemplo, Kenia representa más del 40% del PIB de África Oriental, y de una manera similar, Brasil representa aproximadamente un tercio de la economía regional latinoamericana. Esta diversidad se extiende a lo básico de la comunicación: se hablan entre 1,000 y 2,000 idiomas en el continente. Comprender esta diversidad es vital para América Latina mientras navegamos por nuestras propias dinámicas regionales complejas.
Es notable que los orígenes de la UA (su predecesor fue la Organización de la Unidad Africana, fundada en 1963) muestren una visión clara de un continente unido. Los estados fundadores estaban motivados para liberar a África del colonialismo y trabajar juntos para proteger su soberanía.
Mucho ha cambiado desde entonces, pero aún parece haber una comprensión mutua entre los miembros de la UA de que la colaboración es una estrategia esencial para abordar las disparidades entre el Sur Global y sus homólogos en el Norte. A pesar de sus diferencias regionales, los estados miembros reconocen sus desafíos compartidos y trabajan hacia objetivos comunes, como se refleja en el marco estratégico Agenda 2063.
Más allá de la política, el compromiso regional de África se extiende a influir en el liderazgo del pensamiento y la comunicación. The Continent, por ejemplo, es un periódico panafricano distribuido semanalmente a través de WhatsApp que compila historias de toda la región. Los Trace Awards y el festival en Kigali inauguraron un espacio para reunir la rica variedad de ritmos africanos y proyectarlos a nivel global.
Visión pragmática
América Latina puede emular los éxitos de África en fomentar la unidad e implementar políticas pragmáticas. Podría asumir una postura regional más fuerte dentro del sistema multilateral, incluidos roles en espacios de gobernanza formal y de liderazgo. Por ejemplo, el apoyo conjunto a un candidato regional para convertirse en el próximo Secretario General de la ONU en el futuro cercano puede ser una oportunidad concreta para la unidad política.
Nuestra región podría beneficiarse no solo al aprender de la experiencia de África en unidad regional, sino también al promover una cooperación más estrecha con una región destinada a desempeñar un papel global crítico en el futuro cercano. Esto puede tomar al menos dos formas: una es la colaboración política, para compartir posiciones comunes en discusiones globales como las relacionadas con la deuda, los regímenes fiscales globales y otros temas, donde las regiones pueden tener una agenda común. En segundo lugar, la cooperación en el aprendizaje mutuo sobre problemas de políticas similares que no está mediada por actores en el Norte Global puede permitir soluciones prácticas que son más aplicables a los contextos de ambas regiones.
América Latina necesita reimaginar su posición como socia de África y Asia de quienes se puede aprender lecciones. Para esto, es esencial crear nuevas narrativas sobre quiénes somos como región y reconocer a otros más allá de nuestros estereotipos.
Nuestra región puede forjar colaboraciones significativas con la potencia emergente que es África, y pronto tendrá la oportunidad de hacerlo con Brasil siendo la sede de la Cumbre del G20 en 2024. Es hora de abrazar una nueva perspectiva, reconociendo la riqueza de oportunidades que yacen en fortalecer lazos con nuestras contrapartes africanas.
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Ordóñez es la directora ejecutiva de Southern Voice, una plataforma abierta para centros de pensamiento que promueve el análisis de políticas basado en evidencia por parte de investigadores de países del Sur Global.