Este artículo ha sido adaptado del informe especial de AQ sobre la Cumbre de las Américas | Read in English
Las cifras de migración en las Américas son asombrosas. Más de 6 millones de venezolanos han sido desplazados en la última década, junto con unos 100.000 nicaragüenses y cientos de miles más de los países del Triángulo Norte de Centroamérica. Los cruces en la frontera sur de Estados Unidos están en niveles récord, mientras que la migración también se ha convertido en una cuestión política de gran importancia en buena parte de Sudamérica y el Caribe.
Los gobiernos han intentado abordar estos problemas desarrollando diversos mecanismos, y aunque muchos han funcionado hasta cierto punto, la presión sigue creciendo. Las necesidades humanitarias están aumentando rápidamente y requieren una respuesta audaz y más integral. El Presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, dijo que la firma de una declaración regional sobre migración sería una prioridad en la próxima Cumbre de las Américas.
Entonces, ¿qué se debe buscar en un foro de esta naturaleza? He aquí tres propuestas.
Un foro paraguas
En los últimos años, los países latinoamericanos han desarrollado algunos mecanismos de gobernanza en materia de migración para fomentar la coordinación y la cooperación. Sin embargo, esta coordinación suele producirse de forma fragmentada. Teniendo en cuenta las exigencias de acogida e integración de millones de migrantes y poblaciones desplazadas por la fuerza y el carácter hemisférico del fenómeno, debemos trabajar para establecer un mecanismo paraguas que reúna los recursos institucionalizados y ad hoc existentes. Los precedentes incluyen el Proceso de Quito, establecido para articular una estrategia regional para hacer frente a la crisis de Venezuela; la coordinación consular entre Chile y Brasil para proteger a los hijos de ciudadanos haitianos en la frontera entre Estados Unidos y México que también son ciudadanos chilenos o brasileños; y la Reunión de alto nivel sobre migración irregular promovida por Panamá para facilitar el paso seguro y regular de los migrantes. Este tipo de iniciativas pueden ofrecer enseñanzas sobre las posibles soluciones y sus repercusiones. Una cooperación más audaz también fue fundamental para las propuestas que la coalición de Movilidad Humana de las Américas hizo a los Estados Miembros de la OEA en noviembre de 2021. Sus propuestas incluyen la creación de una Convención sobre Movilidad Humana en las Américas que facilite el desarrollo de políticas nacionales y regionales para hacer frente a la migración y al desplazamiento forzado, así como establecer una responsabilidad compartida para abordar estos retos y sus causas fundamentales.
Documentar lo irregular
En segundo lugar, un mecanismo de esta naturaleza debería trazar los actuales esquemas de regularización, abarcando tanto las vías legales de migración como el acceso al estatus de refugiado, así como los programas de protección complementaria. Por ejemplo, ¿qué aprendieron Colombia y Estados Unidos de los procesos de Estatus de Protección Temporal para los venezolanos? ¿Qué ha aprendido Costa Rica de la recepción de nicaragüenses desplazados por la fuerza frente a los que se trasladan por motivos laborales? ¿Qué es lo que está funcionando en Brasil o en Ecuador en cuanto a la recepción de migrantes y refugiados? ¿Qué podrían aprender Estados Unidos, Chile, Perú y otros países de sus experiencias? Las respuestas pueden proporcionar herramientas para gestionar la crisis a nivel nacional y también facilitar una coordinación internacional eficaz. Objetivos concretos como la prestación de ayuda humanitaria o el fomento de la inclusión y la integración social en los países receptores pueden alcanzarse más eficazmente mediante una cooperación más amplia y políticas y normativas complementarias.
Un lenguaje común
En tercer lugar, los países deberían considerar algunas definiciones estandarizadas. Para entender y responder mejor a la migración, necesitamos hablar el mismo idioma. Una conversación hemisférica podría ayudar a los países a llegar a ciertas definiciones estándar y a establecer protocolos mínimos para las políticas de integración y regularización. Un pacto regional también podría estandarizar las categorías de las personas que actualmente se encuentran en el limbo, como las víctimas del desplazamiento climático y las que no encajan claramente en las categorías de refugiados o migrantes económicos. Este paso, aparentemente menor, facilitará la coordinación en materia de migración, desplazamiento forzado y flujos mixtos.
Todo ello implica un mayor apoyo internacional y financiero a los países que se enfrentan al considerable número de personas que se desplazan actualmente por el continente. Un pacto hemisférico de migración y protección podría recabar ese apoyo, incluso de los gobiernos locales, el sector privado, la academia, las organizaciones internacionales y, por supuesto, los propios migrantes y refugiados.
La Cumbre de las Américas ofrece un espacio ideal para iniciar la conversación sobre un mecanismo hemisférico y poner en práctica el principio de responsabilidad compartida. Ningún país debe asumir por sí solo el coste de recibir e integrar a los migrantes y refugiados. Algunos líderes de opinión han propuesto que se establezcan cuotas o límites numéricos para cada país según normas acordadas colectivamente. También deben considerarse las cuestiones de si las condiciones están o no dadas para establecer cuotas, o incluso si predeterminar a dónde debe ir la gente es el enfoque más humano respecto a la migración.
Fundamentalmente, la mejora de los mecanismos de coordinación regional debería ser una prioridad en sí misma. Si no se mejoran, será imposible abordar las causas profundas, eliminar las redes de trata, reforzar los sistemas de asilo e integrar a los recién llegados.
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Las opiniones son personales y no representan las de la OEA.