Este artículo es parte del reportaje especial de AQ sobre desarrollo sustentable en el Amazonas | Read in English | Ler em português
Hace medio siglo, durante la dictadura militar brasileña de los años sesenta y setenta, las revistas estallaron con propaganda que presentaba a la Amazonia como un “infierno verde” que había que conquistar a toda costa. “¡Aquí, derrotamos a la selva!”, decía un anuncio que mostraba bulldozers y árboles caídos. Desde entonces, se ha arrasado una superficie mayor que la de Texas y Pensilvania juntas, reduciendo la superficie de la selva en cerca de un 20%, sobre todo para hacer sitio a ranchos de ganado, granjas de soja y minas ilegales.
Hoy sabemos que fue un modelo de crecimiento desastroso para el planeta, pero también para las 35 millones de personas que viven en la cuenca del Amazonas, que incluye partes de ocho países. Los beneficios de la destrucción de la selva fueron a parar a un número minúsculo de ganaderos y empresas. En la Amazonia brasileña, los habitantes tienen ingresos inferiores en un 40% a la media nacional, y sufren mayores tasas de desempleo y problemas de salud. Mientras tanto, un resurgimiento del modelo de “tala y quema” durante el mandato del presidente Jair Bolsonaro, un ex capitán del Ejército todavía enamorado de algunas de las ideas más insensatas de la antigua dictadura, ha puesto a toda la economía de Brasil ante el riesgo de sufrir boicots de los consumidores y sanciones de un mundo que ya no está dispuesto a tolerar tal devastación.
La buena noticia es que otro modelo es posible: Uno en el que la selva amazónica de pie sea tratada como un activo económico único e invaluable, en lugar de un obstáculo para el progreso. Los recientes avances tecnológicos, así como los cambios en las preferencias de los consumidores a nivel global, apuntan a un futuro en el que Brasil y otros países podrían convertirse en “superpotencias verdes”, aprovechando la riqueza natural de la Amazonia para exportar todo tipo de productos, desde cacao, açaí y pescado cultivado de forma sostenible hasta nuevos y prometedores insumos para cosméticos y productos farmacéuticos. Este tipo de negocios, si se gestionan correctamente, podrían generar millones de empleos verdes dentro y fuera de la región.
La idea del desarrollo sostenible suele generar escepticismo, y con buena razón. La reciente adopción del concepto por parte de Bolsonaro les parece a muchos una cínica táctica de distracción. Otros se preocupan por el “lavado verde” de las empresas. Pero simplemente construir una cerca alrededor del Amazonas no funcionará. Tras los avances registrados en la década de los años 2000, las tasas de deforestación comenzaron a aumentar de nuevo en 2012, justo cuando la economía brasileña comenzó con sus dificultades actuales, y se han duplicado desde entonces. Está claro que la pobreza, junto con la corrupción y el crimen organizado, deben ser afrontadas para ayudar a mantener la Amazonia intacta.
En el futuro, los gobiernos, las empresas y la sociedad civil deberían trabajar de manera conjunta para ayudar a construir un círculo virtuoso en el que las comunidades amazónicas vean el valor del bosque, trabajen para preservarlo y se beneficien directamente de su riqueza. En este número, destacamos varios casos en los cuales esto ya está ocurriendo. Nuestro artículo de portada se centra en el pirarucú, un monstruoso pez de más de doscientos kilos que nunca ganará un concurso de belleza, pero que tiene una deliciosa carne blanca que los gourmets encuentran irresistible. Otros estudios de caso van desde el café hasta la minería altamente regulada, pasando por el jaborandi, un arbusto amazónico que estuvo en peligro de extinción y que se utiliza en forma de gotas para los ojos para tratar el glaucoma.
Queda mucho trabajo por hacer para que esta visión se haga realidad: los consumidores de todo el mundo nunca pagarán un sobreprecio por los productos de la Amazonia mientras continúe la deforestación, la cual debe reducirse a cero lo antes posible. Los gobiernos deben resolver la mala logística, los elevados impuestos y otros problemas que dificultan la actividad empresarial en la región. Algunos fondos de inversión de Wall Street se quejan de que no encuentran suficientes empresas viables capaces de alcanzar gran escala.
Pero hay una lista de poderosas razones para seguir presionando, incluyendo la búsqueda de la justicia social y racial en una región donde más del 80% de los habitantes provienen de comunidades de color históricamente marginadas. En una intervención ante el Congreso de los Estados Unidos en abril, el Presidente Joe Biden dijo que la clave para hacer frente a la crisis climática mundial es “empleos, empleos, empleos”. Bajo las condiciones adecuadas, también podría ser una estrategia para salvar el Amazonas.