La muerte del ex-Presidente Néstor Kirchner no pudo ser mejor descrita en su dictamen médico: Súbita. De la misma forma como recibió la noticia el pueblo argentino: súbitamente. De manera repentina e inesperada. Tomó por sorpresa a millones de ciudadanos de este país austral que el miércoles 27 aguardaban en sus casas a que se completara la jornada de censo nacional. La orden era no salir a las calles hasta las 20 horas después de responder a los censistas una serie de datos que al final del relevamiento, en un par de meses, les dirá cuánto ha aumentado la población en los últimos 10 años. Aunque muchos no salieron hasta ser contabilizados, desde temprano, exactamente a las 9:15 a.m., la jornada se vistió de luto. Censistas y censados, lloraron. Otros quisieron afanar el proceso. Otros se fueron y no esperaron. Algunos, celebraron, lo que provocó el rechazo inmediato de sus vecinos. El tres por ciento del censo no se hizo, pero un buen porcentaje del país, literalmente se deshizo
Hoy, miles de argentinos hicieron filas de hasta ocho horas para llegar al Salón de los Patriotas donde yace el cuerpo sin vida del mandatario que los gobernó de 2003 hasta 2007 y quien se perfilaba como el más seguro sucesor de su esposa, la actual presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en las elecciones de 2011. El ataúd de Néstor Carlos Kirchner permanece cerrado y cubierto de coronas florales, banderas albicelestes, pañuelos de algunas madres y abuelas de Plaza de mayo y notas efusivas de ciudadanos visiblemente conmovidos. Algunos de los argentinos que vienen desde todas partes del país, han podido darle directamente su pésame a Cristina. La abrazan, le aplauden. Le gritan “Aguante” y “Fuerza”, ahora que queda no sólo viuda en términos maritales, sino políticos, pues para muchos Kirchner era el poder tras el trono.
Afuera, otros miles que han decidido no hacer las interminables filas de hasta 20 cuadras, se tomaron la emblemática Plaza de Mayo, como vienen haciéndolo por años cada vez que hay una protesta, a favor o en contra del gobierno. Un derecho que retomaron precisamente en estos últimos ocho años como no antes en democracia. Se apostaron al lado de la pantalla grande que mostraba la solemnidad del rito y la entereza de su presidenta Cristina, quien mantenía las manos apoyadas firmes sobre el ataúd y que de cuando en vez se descomponía solo por segundos. En esa misma plaza, hace ocho días el gobierno no estaba recibiendo tantas muestras de afecto. El 21 de octubre estaban allí congregadas varias organizaciones sindicales y miembros del Partido Obrero que reclamaban justicia por la muerte de su compañero Mariano Ferreira, 23, asesinado en medio de una marcha de trabajadores ferroviarios en un crimen aún sin resolver.
La muerte del líder K sucedida en su residencia de Los Sauces en el Calafate tras un paro cardíaco, que si bien repentina tiene antecedentes en dos intervenciones médicas este año–, no solo borró la conmoción por el crimen del joven, sino que sacudió el mundo político. En principio acabó con la posibilidad de continuar esa sucesión presidencial en la Casa Rosada entre Cristina y Néstor, que algunos veían como un ejercicio de concentración del poder y otros—los fervientes kirchneristas y peronistas—como la única garantía de continuar el modelo que los sacó de la crisis del 2001.
Es un secreto a voces que el país vive una fuerte polarización a tal punto que al vicepresidente Julio Cobos—hoy en la oposición—se le pidió expresamente no ir al funeral, mientras a las afueras gritaban consignas en contra de él. No obstante muchos le reconocen a Néstor Kirchner, hasta ayer diputado nacional y presidente del Partido Justicialista, que su gobierno le devolvió la dignidad a la política no solo después de rescatar al país del debacle económico, sino porque el suyo sucedió a una serie de gobiernos incompletos que padecían una fuerte crisis de representatividad. “Kirchner nos devolvió las ganas de discutir y de pensar, de rescatar el peronismo y que los jóvenes tuviéramos ganas de militar”, dice un entusiasta en la Plaza de Mayo. “Kirchner trabajó incansablemente, de hecho se excedió y su corazón no aguanto más, murió por nosotros”, grita una mujer acongojada.
Diversas personas que circulan sin cesar desde las 6 de la tarde de ayer, bien sea portando carteles o pancartas, o dejando notas de papel, cartas y flores en una suerte de altares construidos en las rejas más cercanas a la Casa Rosada, repiten mensajes que caracterizaron a su gobierno. Recuerdan que Kirchner cortó relaciones con el Fondo Monetario Internacional al cancelar la totalidad de la deuda en enero de 2006 y que también derogó las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, hecho que hoy permite juzgar a los militares que de facto gobernaron durante la dictadura. Es más, en un acto bastante simbólico, Kirchner ordenó quitar del Colegio Militar los cuadros de Jorge Videla y Reynaldo Bignone, tristemente célebres por su papel en el genocidio que comenzó en los 70.
Otros lo comparan con Perón y Evita rememorando su pasado en la izquierda juvenil del peronismo en esa misma década, época en la que se conocieron y enamoraron con Cristina. Le agradecen haberle dado su lugar a las organizaciones sociales y de izquierda, con especial ahínco a aquellas que trabajan por los desaparecidos como las emblemáticas Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, nunca antes visibilizadas en gobierno alguno como en los últimos ocho años.
Kirchner se convirtió recientemente en el Secretario de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) y jugó un papel vital en el restablecimiento de las relaciones entre Venezuela y Colombia, como bien lo reconoció el presidente Juan Manuel Santos a su llegada al país. También fue estratégica la intervención del organismo en rodear al presidente Rafael Correa para evitar un golpe de estado de Ecuador.
No obstante, sus más férreos críticos, principalmente de la Unión Radical, tildan a quien fue alcalde de su ciudad natal Río Gallegos y tres veces gobernador de la provincia de Santa Cruz, de altamente confrontacional. Aunque el conflicto con el campo por la retenciones estalló durante el gobierno de su esposa, tiene antecedentes en su política agraria. Las últimas elecciones legislativas mostraron el traspié del peronismo tras el manejo a este largo paro en que se sumió el país. El columnista Rosendo Fraga llegó a sugerir que su muerte dejaría por fin gobernar a Cristina y que en manos de ella estaba cambiar el rumbo de una desacertada política.
Aunque es muy pronto para hacer un pronóstico, el profesor de la Universidad de la Plata Alejandro Simonoff explicó en diálogo con AQBlog, que tres escenarios pueden vislumbrarse para el 2011. El primero que Cristina haga uso del derecho que le da la Constitución del 94 de reelegirse, derecho que no usó en su momento Néstor Kirchner pese a su alta popularidad precisamente para darle paso a una alternancia del poder con su esposa. El segundo que el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli sea el elegido para presentar al Partido Justicialista; aunque su estilo de gobernar es mucho más conservador y sus resultados en la Provincia no son muy buena carta de presentación, tiene una alta imagen popular. El tercero que es el más lógico es que se genere una pugna entre peronistas disidentes–Francisco de Narváez, Felipe Solá, Mario Das Neves y Alberto Rodríguez Saa,- y grupos K por participar en la interna del peronismo y retomar el control de ese partido.
Como sea que se reconfigure la política argentina, Kirchner ya pasó a la historia sin sufrir el probable desgaste propio de lo que sería su segundo gobierno. Los presidentes de Latinoamérica, que también desfilaron por el salón de los Patriotas se mostraron compungidos porque a sus 60 años, todavía tenía mucho capital político para dar. No obstante, una muerte súbita se lo llevó.