Este artículo fue adaptado de la edición impresa de AQ sobre la migración en América Latina | Read in English
SANTIAGO, CHILE — Escápate conmigo otra vez, canta Ralph Jean Baptiste en su departamento en Santiago, sobre una canción de ritmos lentos de R&B. Su rítmico acento haitiano profundiza la melodía de las letras en español.
Aunque nació y se crió hablando en creole en Puerto Príncipe, la capital de Haití, Baptiste, de 29 años, escribe todas sus canciones en español. Se mudó a Chile después del devastador terremoto ocurrido en Haití en 2010, y con el sueño de una carrera musical a cuestas.
“Para llegar al público en Chile hay que cantar en español. Nunca han escuchado nada en francés o en creole. Tuve que adaptarme”, afirmó.
Adaptarme —dice la palabra como si fuera inherentemente natural para él—. Baptiste ha tenido que adaptarse a diario para ser aceptado en su nueva patria. Compás tras compás, durante nueve años de actuaciones, se construyó un nombre por sí mismo, y en 2019 Baptiste finalmente pudo lanzar Rafa, su primer disco.
Los músicos siempre han sido nómadas, y Baptiste no es la excepción. Pasó un tiempo en la República Dominicana, donde aprendió español, así que después del terremoto, Baptiste decidió dedicarse a la música en América Latina —a diferencia de los 46,000 haitianos desplazados que buscaron asilo en los Estados Unidos, él se estableció en Chile después de breves estancias en Perú y Argentina.
Baptiste fue uno de los primeros de lo que se convertiría en una oleada de inmigrantes haitianos en Chile. El país había concedido menos de 1,000 visas a haitianos entre 2005 y 2009, y cuando Baptiste llegó en 2010 sólo 713 haitianos recibieron visas de trabajo chilenas —una notable diferencia con respecto a 2018, cuando se concedieron 126,000.
Los haitianos fueron el primer grupo de migrantes negros no hispanohablantes en llegar a Chile. Se distinguían. “Cuando llegué, la gente me miraba de forma rara. No habían visto a Afros antes aquí en Chile. A veces la gente me tocaba mi piel para que les diera suerte”, contó Baptiste a AQ. “He enfrentado mucha discriminación y rechazo”.
Cuando se le presiona para que lo explique, Baptiste sonríe y se ríe. “No me gusta recordar los malos momentos”.
Más allá de la discriminación, el hecho de ser migrante agrava los desafíos económicos que ya existen para los aspirantes a artistas, dijo la doctora Marisol Facuse, que estudia migración y música en la Universidad de Chile.
“Es muy difícil para los migrantes vivir de la música, especialmente para los migrantes que no tienen redes, y los haitianos son una comunidad que no está muy integrada culturalmente en Chile”, explicó a AQ Facuse. “La cuestión de la supervivencia es la mayor barrera”.
Pero Baptiste ha sobrevivido, y su actitud positiva ofrece un modelo del tipo de integración posible para los inmigrantes que cuentan con el apoyo y la actitud adecuados. Su canción “Aguante” resume su experiencia de vivir en una tierra extranjera:
Tuve que dejarlo todo para irme lejos / Comenzar de cero en un largo camino / No ha sido fácil, adelante hay que seguir / Llorar y reír, la vida tengo que vivir
“Me inspira su carácter y su fuerza”, dijo Charlie Checkz, quien produjo varias de las canciones de Baptiste, incluyendo “Aguante”. Checkz valora la contribución particular del músico haitiano a la escena musical de Chile.
“Combinamos los ritmos —nosotros como chilenos, y su música y cultura haitiana—. Ponemos eso en la música.”
Baptiste describe su música como cosmopolita, enorgulleciéndose de la fusión singular de estilos que crea, mezclando sonidos urbanos chilenos y de cumbia con ritmos africanos y soul norteamericano. En sus vídeos musicales, celebra las tradiciones chilenas —tales como la bailar la danza nacional del país, la Cueca—, reflejando su adopción de la cultura chilena.
A pesar de los desafíos, Baptiste afirma que las cosas están mejorando. “Hace unos tres años comenzó a haber más inclusión para los migrantes”, expresó. En 2018, se presentó en un festival anual para artistas migrantes, organizado por el Ministerio de Cultura de Chile. El año pasado, ganó una beca financiada por el Estado para apoyar a los migrantes en la música, lo que le permitió grabar y producir dos videos musicales. Las cosas empezaban a mejorar.
Sin embargo, el ímpetu que estaba construyendo se detuvo abruptamente cuando las protestas masivas estallaron en Chile en octubre pasado. Los meses siguientes fueron tensos y violentos —personas murieron en enfrentamientos con la policía, los festivales se cancelaron y poca gente fue a los conciertos.
“Tuve que cancelar todos mis eventos. No he podido presentarme desde noviembre”, dijo Baptiste.
De todas formas, simpatiza con la lucha de los chilenos. Es una frustración compartida por la comunidad de migrantes, explicó. En agosto de 2018, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, afirmó estar “poniendo la casa en orden” cuando firmó una reforma que esbozaba políticas migratorias más estrictas. Tres meses después, el gobierno comenzó a trasladar a algunos haitianos de regreso a su país en lo que llamó un “plan de retorno humanitario”.
“A las personas que necesitaban ayuda, simplemente se devolvieron a su país”, dijo Baptiste.
“Chile es un país complicado”, añadió Baptiste. “Y los chilenos están luchando por una vida más justa. Deberían incluir a los migrantes en eso también”.
Baptiste cree que su papel como músico es importante para dar voz a su comunidad.
“A muchos haitianos les gustaría decir algo, pero no pueden porque no hablan español o simplemente no se les escucha”, explicó.
“Por medio de mi canción, puedo hacer pasar el mensaje de todos.”
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McGowan es un periodista independiente que vive en Santiago de Chile