Este artículo fue adaptado de la edición impresa de AQ | Read in English
Vivimos en un mundo donde hay todavía más de 1.500 millones de personas sin electricidad; un poco menos de mil millones no tienen agua potable y más de 2.500 millones no tienen acceso a la higiene básica. De acuerdo con Citi GPS (Perspectivas Globales y Soluciones, por sus siglas en inglés), la división de investigación de Citi, en todo el mundo se necesitará la exorbitante suma de 59.000 millones de dólares en inversión en infraestructura -el equivalente a 30 veces la producción anual de Brasil- en el transcurso de los próximos 15 años para equiparar el ritmo de crecimiento de la población, reemplazar instalaciones obsoletas y cumplir con los estándares de desarrollo económico. Puesto que la mayoría de la población mundial vive en ciudades, las áreas urbanas tendrán la mayor necesidad de inversión. La deteriorada infraestructura de nuestras ciudades representa un costo real para los ciudadanos y las economías en las que vivimos.
En Latinoamérica se han producido numerosas innovaciones urbanas escalables, especialmente en lo referente a transporte, que se han difundido a otras partes del mundo. Sin embargo, todavía existe una enorme necesidad financiera de mantener y ampliar la infraestructura urbana. Entonces, ¿por qué las inversiones en soluciones urbanas sostenibles no se están produciendo más rápidamente y a una mayor escala?
Hemos determinado que por lo general el problema no radica en la oferta o la demanda: tanto el capital de inversión como la demanda de soluciones sostenibles de las ciudades son considerables. El desafío es que a menudo la oferta y la demanda no son congruentes: la comunidad de inversionistas (el lado de la oferta) no considera que los proyectos de infraestructura sostenible de las ciudades (el lado de la demanda) constituyan una inversión viable, puesto que tales proyectos con frecuencia se perciben como demasiado pequeños o riesgosos como inversión, en relación con el posible rendimiento previsto. Más aún, la estructuración de proyectos sostenibles exitosos puede resultar un proceso complejo que consume mucho tiempo puesto que cada uno tiene sus propias características.
Tomemos en consideración los autobuses eléctricos, por ejemplo. Si bien el funcionamiento de estos autobuses es menos costoso (requieren menos combustible y un mantenimiento más bajo), el precio de la inversión inicial es más del 50 por ciento respecto al de los autobuses tradicionales y, dado que son una tecnología relativamente nueva, existen ciertas interrogantes con respecto a su necesidad de infraestructura, opciones de tecnología y rendimiento a largo plazo. Así pues, pese a los beneficios ambientales y el ahorro que prometen los autobuses eléctricos con el transcurso del tiempo, muchas ciudades aún dudan sobre sustituir los autobuses de diésel. Este es tan solo un ejemplo del tipo de incongruencias que ocasiona que haya muy pocos proyectos “rentables” o aptos para inversión y que sean lo suficientemente atractivos para los inversionistas.
Existen tres factores relacionados que subyacen en la brecha entre la oferta y la demanda:
1. Los proyectos sostenibles como los de los autobuses eléctricos, a menudo involucran infraestructura novedosa y no tradicional y, por lo tanto, conllevan perfiles de inversión distintos y en ocasiones más arriesgados.
2. Las partes no están familiarizadas con las soluciones alternativas de infraestructura y servicios y existen pocas oportunidades para que dichos actores se informen más acerca de los nuevos modelos o puedan entablar diálogos abiertos con sus contrapartes en otras ciudades para explorar qué soluciones fueron las mejores para ellos y por qué.
3. Los entornos de inversión en los mercados emergentes, especialmente los marcos de trabajo de las políticas y las regulaciones, todavía no se han adaptado a los enfoques sostenibles.
Para contribuir a cerrar la brecha y poner en marcha proyectos, instancias tales como la Alianza para la Inversión en el Desarrollo Sostenible (SDIP, por sus siglas en inglés), liderada por el Foro Económico Mundial y la Organización de Cooperación Económica, promueven el uso de financiamiento mixto para inversiones sostenibles en países en vías de desarrollo. En su calidad de alianza con membresía, conformadas por entidades gubernamentales y de los sectores público y privado, y a la cual pertenece Citi, SDIP agrupa a las principales instituciones comprometidas con el aprovechamiento de fondos públicos o procedentes de la filantropía para incentivar inversiones del sector privado en proyectos. Pese a dichos esfuerzos, el ritmo y la escala de la infraestructura sostenible sigue rezagada con respecto a lo que hace falta para cumplir con los planteamientos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para el año 2030.
Es por ello que Citi Foundation creó la Iniciativa para el Financiamiento de Ciudades Sostenibles (FSCI, por sus siglas en inglés), una alianza única entre el Grupo de Liderazgo Climático de Ciudades C40, una red de ciudades enfocadas en abordar el cambio climático y el Centro Ross para Ciudades Sostenibles del Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés) que procura buscar soluciones a cada uno de dichos retos y cerrar la brecha entre ideas e implementación. Como parte de esta iniciativa, WRI y C40 trabajan directamente con los gobiernos locales para facilitar el avance de las ciudades en sus proyectos mediante talleres sobre opciones de financiamiento innovadoras y apoyo individualizado durante todo el proceso de implementación. Al identificar las características de los proyectos de urbanismo sostenible que han tenido éxito en otras partes del mundo, esta alianza ayuda a los gobiernos de las ciudades a aprender entre sí para diseñar planes de acción que promuevan rápidamente el avance de los proyectos, desde sistemas para compartir bicicletas hasta edificios energéticamente eficientes. Además, el FSCI patrocina una plataforma en línea con casos de estudio y herramientas interactivas para que las ciudades comiencen a diseñar sus propios proyectos y determinen cómo los pagarán.
En toda Latinoamérica, el FSCI ha apoyado a numerosas ciudades como Bogotá, donde proporcionó servicios de asesoramiento para el desarrollo de su sistema para compartir bicicletas, y a Cali, Colombia, a hacer realidad el primer proyecto del país para desarrollo orientado al tránsito en el Corredor Verde de la ciudad. En Santiago, Chile, el desafío más grande de la transición de Transantiago a autobuses eléctricos fue la falta de confianza de los operadores en esta nueva tecnología y lo elevado de inversión inicial. El FSCI favoreció la adquisición de los primeros autobuses eléctricos de la flotilla de la ciudad mediante la realización de un taller en el que participaron actores clave y con apoyo para explorar las opciones de financiamiento.
Un taller de FSCI en la Ciudad de México realizado con funcionarios de la ciudad y proveedores de tecnologías energéticamente eficientes reveló que las regulaciones presupuestarias y de compras públicas del gobierno de la ciudad eran los principales obstáculos para implementar tecnología de construcción más eficiente puesto que los procedimientos existentes dificultaban la participación en contratos a largo plazo que resultan más favorables para estos tipos de tecnologías. Reunir a todas las partes y facilitar este diálogo representó un paso importante para reconocer el desafío y, finalmente, tomar las medidas necesarias para acelerar el proceso de implementación de políticas sobre eficiencia en la construcción en el gobierno local. En el transcurso de los últimos dos años, esta iniciativa ha apoyado a más de 100 ciudades en todo el mundo gracias a lo cual han sacado adelante sus proyectos de energía limpia y transporte.
Sin embargo, a medida que crecen las ciudades de la región, los recursos que requerirán irán más allá de la inversión financiera. Si bien la inversión en infraestructura es un componente vital para cumplir con los ODS antes del 2030, hay varios objetivos claves que nos llevan a considerar las numerosas facetas que hacen de una ciudad un mejor lugar para vivir. No podemos olvidar que las ciudades no están formadas solamente por cemento y ladrillo, sino también por personas y cuando se efectúan inversiones de esta envergadura y alcance, deben hacerse con el objetivo de atender las necesidades de los residentes y mejorar su calidad de vida. Organizaciones como el Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo (ITDP, por sus siglas en inglés) están haciendo justamente eso: asesorando a los gobiernos de las ciudades sobre cómo convertirlas en lugares más seguros, vivibles y equitativos.
En Brasil, el ITDP creó una alianza con la oficina del alcalde de SãoPaulo para implementar mejoras en el diseño de las calles mediante la incorporación de zonas de baja velocidad. Con esta colaboración, el ITDP utilizó elementos de diseño vial innovadores para transformar las intersecciones de tres de los barrios de mayor tráfico de SãoPaulo en Zonas 40 (zonas de baja velocidad) para modelar el impacto que ejerce en la comunidad contar con zonas seguras para los transeúntes citadinos. Sin embargo, esta colaboración fue más allá de una alianza bilateral entre el ITDP y el gobierno. El ITDP, mediante un enfoque comunitario, trabajó junto con residentes de la comunidad para comprender sus necesidades y desafíos, y entabló una estrecha colaboración con ellos para diseñar espacios en los que la comunidad pudiera prosperar. Esta alianza ha sido tan exitosa que, con la guía del ITDP, SãoPaulo está trabajando para imitar el modelo de la Zona 40 en otros 10 barrios y transformar los actuales rediseños temporales de las intersecciones en zonas permanentes en 2018. ITDP también se encuentra ya en el proceso de replicar el programa en otras ciudades brasileñas.
No obstante, persiste la realidad de que la necesidad de desarrollo sostenible sobrepasa nuestras soluciones urbanas. La buena noticia es que esta urgencia está contribuyendo a transformar la percepción de riesgo y resulta cada vez más claro que el precio de la innovación es mucho más bajo que el de no hacer nada. La innovación también implica otro retorno, no solo los costos que se ahorran. De hecho, los estudios demuestran que invertir en soluciones sostenibles podría generar un crecimiento económico importante a través de nuevas oportunidades de mercado. Más aún, la cantidad cada vez más grande de ciudades que están avanzando de la idea a la implementación significa que tanto los legisladores como los financistas poseen información y experiencia que puede incrementar la tasa de replicación y éxito. Esto únicamente sucederá si continuamos compartiendo aquello que funciona y, quizá aún más importante, aquello que no, para no perder tiempo en la carrera para lograr un planeta más sano y el camino hacia el crecimiento urbano sostenible.