Es sábado por la tarde y Lesly está saludando amigos frente a un edificio de cuatro pisos en las afueras de Lima. Brazaletes de color turquesa cuelgan de sus dos muñecas mientras que saluda y charla. Un bombo retumba al fondo y un cantante prueba el micrófono, comenzando los ensayos para la presentación de esa noche.
Este no es cualquier concierto. El primer indicio son los dos carritos de supermercado estacionados cerca que lentamente van llenándose con bolsas de arroz, fríjoles, azúcar y otros alimentos no perecederos traídos por las personas que van entrando. Los jóvenes que han llegado están donando a una colecta de la iglesia; están aquí para la primera reunión de una serie de encuentros de fin de semana para jóvenes organizada por una iglesia evangélica llamada Jesucristo es Nuestro Dios, Verdad y Vida.
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Los eventos parecen diseñados para que los jóvenes creyentes se mantengan ocupados e involucrados: a las 6:30 p.m. es el Grupo de Crecimiento; luego viene el Grupo de Unión. También hay un culto para jóvenes. Al día siguiente, el domingo, se realizan los cultos regulares, el de la mañana y el de la noche. Es una rutina y una serie de creencias que Lesly considera o un apoyo, o un obstáculo. O a veces, como esta tarde, ambas cosas a la vez.
Más tarde esa noche, sus amigos de la escuela estaban planeando una fiesta con alcohol y baile. Ella planeaba ir hasta que su hermana se enteró de cómo sería la fiesta a través de una publicación en Facebook. Sus padres le dijeron que no podía ir y ella aceptó los límites que le impusieron, aunque era el último fin de semana antes de que comenzaran sus clases.
“No voy a ir en contra de Dios por una fiesta”, dijo. “Algunas experiencias, simplemente, no me parecen vitales”.
La joven de 18 años valora la estructura y el orden que encuentra en la Iglesia. Esto lo heredó de su madre, Ruth, quien es el miembro más devoto de la familia y es quien se ocupa metódicamente de la casa. “Ella es un pequeño robot, todo tiene que ocurrir en el momento correcto”, dijo Lesly.
Lesly también busca reglas y definiciones claras en sus estudios: está estudiando ingeniería industrial en la Universidad de Lima.
“No me gustan las humanidades, no hay nada objetivo ahí”, explicó. “En las matemáticas es simple: 10 es 10. Me quedo con las matemáticas. Soy buena para eso”.
El mundo por fuera de la Iglesia y de las matemáticas puede parecer demasiado confuso, sin guía. Muchos peruanos religiosos y conservadores se tomaron las calles en 2016 y 2017 para protestar por un nuevo currículo escolar que discutía la igualdad de género y la orientación sexual, por ejemplo. Lesly no fue a las marchas y le pareció difícil articular su posición al respecto.
“Enseñarles a los niños que puedes tener un papá con un papá, o una mamá con una mamá, no me gusta eso”, dijo. “No estoy de acuerdo con esa manera de pensar. Pero debería ser respetada. Eso es importante”.
Hubo una época en la que se burlaba de sus padres y de la iglesia. Lesly tenía 15 años cuando miró a su alrededor y vio un rango de experiencias por fuera de su alcance: tenía amigos que tenían novios, tenían sexo, bailaban reguetón en fiestas. Conocía niñas que estaban embarazadas.
“Estaba creciendo en una burbuja”, dijo. “Parecía que la vida real estaba allá afuera”.
Fue a una fiesta. Alguien le pasó un cigarrillo. Fue a otra fiesta y aceptó una bebida (no sabe bien qué era). Nunca había bebido alcohol. No fue cómodo, dijo. Había personas tiradas en sofás. Otros estaban borrachos, hablando incoherencias, o vomitando.
“Me di cuenta de que no me estaba perdiendo de nada”, dijo. “Volví a la iglesia, pero con otra perspectiva”.
Su regreso a la iglesia no significó el fin de su curiosidad por el mundo. Su manera de recorrerlo simplemente cambió. Cambió su fiesta de quinceañera por un viaje al exterior, una excursión familiar a Orlando, Florida.
El viaje fue un shock, dijo. Todo era diferente: la lengua, la cultura, la comida, los demás jóvenes. Le encantó todo. Desde entonces, ha vuelto a viajar con su familia a Florida y luego viajó sola a Nueva York.
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“Sentí una increíble sensación de libertad”, dijo de su primer viaje sola.
Ahora está aplicando a un programa de trabajo y viaje en los Estados Unidos, algo que le permitiría experimentar otras perspectivas sin perder la estructura y el orden que tanto valora.
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Cáceres Álvarez es un periodista que vive en el Péru
Religión
Los latinoamericanos se han vuelto menos católicos que hace 30 años: cerca del 20 por ciento ahora se considera protestante y cerca del 10 por ciento no está afiliado a religión alguna. Más allá de esto, la experiencia de Lesly con el pentecostalismo refleja qué tan diferente es la relación de los jóvenes de la región con la religión comparada a la que tenían sus padres o abuelos. Los jóvenes todavía recurren a la religión en búsqueda de comunidad y amistades, pero en un mundo en el que los servicios religiosos pueden verse tan fácilmente en YouTube como en una Iglesia local, los jóvenes son menos propensos a sentirse comprometidos con los pastores o las tradiciones locales. Muchos mezclan varios aspectos que los atrajeron de la fe, tomando partes de otras denominaciones cristianas, tradiciones africanas como el candomblé y otros, y los incorporan a su propia práctica religiosa. La gente joven en América Latina, por lo tanto, cada vez más decide por su cuenta qué se siente bien en términos de espiritualidad y, de cierta manera, se convierten en sus propias autoridades religiosas.
—Gustavo Morello, SJ, profesor asistente de Boston College, estudia religión, sociología política y sociología global y transnacional en América Latina
Viajes/Movilidad
Los empleadores en América Latina cada vez encuentran más atractivas las habilidades en lenguas extranjeras, pero solo en años recientes, con la expansión de la clase media, los programas de intercambio académico han ampliado su disponibilidad en la región. Según el Institute for International Education (Instituto de Educación Internacional), el número de estudiantes latinoamericanos en programas de intercambio en el exterior creció de 64.000 en 2010 a 84.000 en 2015. Participar en un programa de este tipo aumentará el capital profesional de Lesly: aprender inglés puede abrirle oportunidades bien remuneradas. Más de tres cuartos de los empleadores peruanos encuestados por el British Council dijeron que saber inglés es fundamental para posiciones directivas e importante para el crecimiento del país. Vivir en el exterior también le permitirá a Lesly crear relaciones por fuera de su familia. Vivir solos suele ser un reto para los estudiantes latinoamericanos, quienes suelen vivir con sus familias hasta que se casan
—Ricardo Borges Alencar, coordinador de la Cooperación Internacional PUC-Rio