Hace algunos unos días, los múltiples disparos provenientes de las famosas AK-47 se escucharon con fuerza en la casa de Moisés García, director del diario mexicano El Debate. Sólo la vivienda quedó con marcas de balas, sin embargo, este periodista y toda su familia salieron ilesos del atentado. Una historia que unos pocos pueden contar y que hoy está afectando a periodistas, abogados, políticos y en general a cualquiera que se involucre en medio de los negocios o entre las guerras de los carteles de droga.
Cuando se habla, por ejemplo, de 5,372 muertes en el último año, la vida al sur de la frontera sorprende, pero no sobrecoge. Las cifras no encarnan a familias destruidas, sangre, tráfico de dinero, soborno y corrupción. No hablan tampoco de un gobierno que está haciendo lo imposible por controlar un país que muchos ponen bajo el prisma de la desilusión.
En Washington es justo decir que la seguridad de México se ha convertido en un tema de todos los días.
A pesar de haber cubierto la intensidad del cabildeo colombiano y peruano para sacar adelante sus tratados de libre comercio o incluso, la aguerrida discusión de la última reforma migratoria, nunca antes un tema relacionado con América Latina había tenido un perfil de tanta urgencia como éste.
Ya lo decía la columnista y profesora del Instituto Tecnológico Autónomo de México, Denise Dresser, en su última visita a la capital de Estados Unidos: “Debemos reconocer el alarmante incremento del crimen y la violencia relacionados con el tráfico de drogas. Existe incapacidad del gobierno mexicano para cumplir su responsabilidad básica: proteger a sus ciudadanos, ya que ha sido infiltrado – en sus altos niveles- por las drogas.”
Una incapacidad que se traduce ni más ni menos que entre 15 a 25 mil millones de dólares en ganancias para los carteles, producto del tráfico de drogas entre México y Estados Unidos.
Las banderas de alarma en esta área han generado gran preocupación. Think Tanks, expertos en Latinoamérica, medios de comunicación y congresistas se han visto invadidos por una ola de conferencias, reuniones y sesiones informativas que ofrecen distintos escenarios sobre un México que va desde estado fallido a socio estratégico.
Mientras, diversas fuentes cercanas al Congreso indican que varios comités ya están revisando, a puerta cerrada, el tema de tráfico de armas desde Estados Unidos. Más aún, durante 2009 se introdujeron dos iniciativas, una en la Cámara baja y otra en el Senado, que pedían más fondos para identificar y eliminar fuentes de tráfico de armas hacia México, las que luego se tradujeron en la aprobación de 10 millones de dólares dentro del paquete de estímulo económico aceptado por el Congreso el fin de semana pasado.
Por otra parte, hace algunas semanas el Representante Eliot Engel de Nueva York, comenzó a presionar al ejecutivo para que se restablezca la ley que prohíbe la venta de ciertas armas de asalto a civiles, debido a que muchas caen en manos de los criminales mexicanos.
Sin embargo, el apremio al sur de la frontera, no sólo está asociado a la violencia, sino además al hecho que México parece ser hoy, un nuevo hogar para el consumo de drogas y no sólo una estación para arribar a Estados Unidos. Entre el 2002 al 2007 el consumo de cocaína se duplicó de 0.4 al 0.8 por ciento en la población de 15 a 64 años.
Aunque la Iniciativa Mérida fue vista como un buen comienzo, está claro que México espera más de su vecino; aspiraciones que ya se han situado en los ojos y oídos de sectores influyentes en Washington. Ahora es sólo cuestión de tiempo, paciencia y un poco de optimismo, para ver si ambos países logran una cooperación concreta y eficaz, no sólo en los aspectos de su propia relación diplomática, sino también en sus respectivas políticas internas para controlar el consumo y tráfico de drogas. Un escenario que este blog seguirá paso a paso.
*Antonieta Cádiz es una bloggera que contribuye a americasquarterly.org. Es la corresponsal para El Mercurio y America Economia.