Muchos analistas políticos mencionan que el gobierno de Enrique Peña Nieto y el Partido Revolucionario Institucional (PRI) deberán enfrentarse a una fuerte oposición política y que eso les obligará a negociar para concretar las reformas estructurales que proponen para el país.
Pero la realidad es muy distinta. Si la principal amenaza para la presidencia de Peña Nieto son los partidos políticos de oposición, ya puede dormir tranquilo.
Con la renuncia de Andrés Manuel López Obrador, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) tiene pocas esperanzas de mantener una votación aceptable en las elecciones legislativas de 2015, pues la mayor parte de sus votos desde las elecciones del año 2000 provenían del llamado “efecto Peje” (sobrenombre del político tabasqueño), y sus actuales dirigentes poco o nada podrán hacer para revertir los efectos negativos que la conversión de Morena (Movimiento Regeneración Nacional) en partido político traerá al suyo. Por otro lado, el enfrentamiento entre las llamadas “tribus” perredistas, especialmente los “chuchos” (dirigidos por Jesús Ortega y Jesús Zambrano) y los “bejaranos” (dirigidos por René Bejarano), ha mostrado claramente las debilidades de este partido político. Los votantes de izquierda difícilmente volverán a apoyarlos tras su clara alianza con los últimos gobiernos, lo que provocó la queja y la renuncia de muchos de sus militantes que ahora apuestan por Morena. Poca fuerza tendría así para oponerse al gobierno, aunque lo quisiera. Sólo le quedan dos caminos: recuperar la dignidad perdida convirtiéndose en oposición real aunque le cueste perder algunas prerrogativas, o continuar buscando el apoyo del gobierno en turno a cambio de sus votos en el Congreso.
Por lo que respecta al Partido Acción Nacional (PAN), tradicionalmente identificado con la derecha, después de los dos sexenios en que detentó el poder presidencial, ha visto cómo se reduce drásticamente su apoyo popular. Hace un par de días ese mismo instituto político reconoció que al término del gobierno de Felipe Calderón más de la mitad de sus miembros, incluyendo al expresidente Vicente Fox, decidieron no renovar su afiliación al partido. Además, reconoció también que más del 80 por ciento de sus simpatizantes registrados se han dado de baja. Cifras que demuestran la debilidad con la que tendrá que enfrentar la nueva realidad política mexicana, aunque su dirigente Gustavo Madero asegure que la fuerza del partido está en la calidad y no en la cantidad de sus integrantes. Por ello, no es difícil prever lo que harán: continuar negociando con el presidente para obtener algunas migajas del poder a cambio de sus votos en el Congreso.
Los demás partidos políticos son tan pequeños que ni siquiera pueden darse el lujo de ofrecer sus votos legislativos a cambio de algo, pues con el apoyo del PRD y del PAN, el PRI no los necesita. Éstos son el Partido del Trabajo (PT), Movimiento Ciudadano, Partido Nueva Alianza (PANAL) y Partido Verde Ecologista de México (PVEM). Además, por lo menos PANAL y PVEM normalmente votan en el mismo sentido del PRI.
Ante ese panorama, la oposición real que ya está enfrentando a Peña Nieto se encuentra en las calles, en manos de grupos como Yosoy132 o Morena, y no en el Congreso, en manos de los partidos políticos.