La huelga de hambre que protagonizó Evo Morales hace algunos días puede haber asombrado a los que no conocen su trayectoria política. Pero no es una novedad para los que han seguido de cerca su carrera sindical. Evo se ha mostrado siempre muy hábil para jugar dentro y fuera de la ley al mismo tiempo. Dentro de la ley, es el jefe de un partido político que impulsa una nueva Constitución para legitimarse; fuera de la ley, se convierte en el líder carismático al mando de los movimientos sociales, y en cualquier momento puede sorprender con gestos espectaculares como el de la huelga de hambre.
Durante los últimos 20 años en los que Morales ejerció como dirigente de los productores de coca, medidas de presión como los bloqueos de caminos, las marchas multitudinarias y las huelgas de hambre resultaron efectivas al momento de forzar negociaciones con el gobierno.
En el pasado, los cocaleros utilizaron con éxito estas medidas en situaciones cruciales como la Guerra del Agua en 2000, el desafuero de Morales de la Cámara de Diputados en 2002, y durante el intento de Carlos Mesa de aprobar una Ley de Hidrocarburos en 2005. En todos estos casos, se impuso la presión de los movimientos sociales.
Pero Morales no es el primer presidente en recurrir a la huelga de hambre. Hace 25 años, Hernán Siles Zuazo adoptó la misma medida, abrumado ante la hiperinflación que aquejaba al país y las demandas de los mineros por aumentos salariales.
Durante su mandato, Morales ha demostrado que uno de los secretos de su carrera es la forma paralela en la que se desenvuelve como un político tradicional y como un líder sindical de la vieja guardia. Morales es capaz de enviar a los movimientos sociales a cercar el Congreso para forzar la aprobación de una Ley Electoral; por otro lado, también puede decidir no promulgar dicha Ley hasta no conseguir el apoyo de los líderes de la oposición.
A diferencia de otros políticos que, al llegar al poder, renunciaron a la dirigencia de otras organizaciones, Evo Morales sigue al frente de la Confederación de Productores de Coca de Bolivia. Eso le permite ser juez y parte; es presidente de todos los bolivianos, pero en un enfrentamiento entre productores de coca y pobladores de la ciudad de Cochabamba—como ocurrió en enero de 2007—, difícilmente podrá mostrarse neutral. Al mantenerse como jefe máximo de los productores de coca, Evo hace explícita la faceta sindical de su liderazgo.
La lucha sindical en Bolivia ha sido una parte importante del paisaje político desde la segunda mitad del siglo XX. La actividad sindical se basa en la movilización social constante y en la confrontación permanente. Como presidente, Evo no se ha convertido en el jefe de Estado capaz de gobernar para todos, sino que acude a la práctica sindical cuando se siente amenazado o no consigue lograr el consenso.
* Liliana Colanzi nació en Santa Cruz, Bolivia y es una bloggera y periodista que contribuye a americasquarterly.org.