Así como el partido Verde logró poner sorpresivamente en el legislativo a ocho congresistas, el candidato presidencial por ese movimiento Antanas Mockus promete convertirse en el fenómeno electoral de los comicios del 30 de mayo. Luego de nombrar como su fórmula presidencial a Sergio Fajardo, quien declinó su aspiración por el Movimiento Ciudadano por Colombia, ambos matemáticos y ex alcaldes de las dos ciudades más grandes del país—Bogotá y Medellín—repuntaron en las encuestas como espuma y se ubicaron con un favoritismo del 22 por ciento entre el electorado.
Esta trepada les da un lugar casi seguro en la segundo vuelta, detrás del candidato del uribismo Juan Manuel Santos, quien no sólo representa la continuidad de los ocho años del actual mandatario, sino cuyo favoritismo (37 por ciento) lo hace un rival difícil de vencer.
Mockus y Fajardo crecen a un promedio de 10 mil fans diarios en sus páginas de Facebook y Twitter, espacio donde los demás candidatos siguen rezagados. La dupla gana cada vez mayores adeptos entre jóvenes, y hace cálculos optimistas de que en un país de tradición abstencionista, 3 millones de nuevos votantes (es decir aquellos que apenas recibieron su cédula o quienes han sido tradicionalmente apáticos con la política), irán a las urnas a marcar la X en la casilla de los verdes.
Aunque en Estados Unidos estos fans virtuales pueden ser decisivos en elecciones, no es así en un país subdesarrollado como Colombia donde las poblaciones rurales y alejadas, todavía tienen que escuchar las promesas del candidato en plaza pública o de voz a voz, no precisamente a través de la banda ancha. Y ahí está la debilidad de Mockus: Es un personaje reconocido en los grandes centros urbanos pero pocos lo saben nombrar en el país que vive de los subsidios paternalistas que ha entregado este gobierno, como los beneficiarios del programa “Familias en Acción”.
La pedagogía de Mockus que transformó a Bogotá en un tema tan sensible como la cultura ciudadana, está cargada de un simbolismo que en esas esferas rurales es totalmente incomprendido. Hoy está trabajando en un discurso menos filosófico y más aterrizado a las realidades de esos sectores, y por eso les dice a aquellos que viven en medio de la guerra, que no se irán a descansar con la intranquilidad de no saber si se levantan con vida. “La vida es sagrada”, ha sido su lema de campaña por años.
Mockus como figura pública, candidato y como Alcalde siempre ha sido un hombre sui generis. Se bajó los pantalones en la Universidad Nacional cuando siendo rector del claustro universitario, no lograba captar la atención de los estudiantes. Se fue a puños con uno de ellos durante un debate entre aspirantes a alcalde en 1994, cuando éste le quitó el micrófono.
Se disfrazó de superhéroe para enseñarle a sus futuros electores que la basura en las calles debía estar en los contenedores y una vez elegido, destituyó a más de 25 mil policías de tránsito y los cambió por mimos para que enseñaran normas básicas de convivencia a la hora de conducir. Instauró la hora zanahoria (cierre de bares a la 1 de la mañana) para disminuir las muertes por accidentes de tránsito y buscó, aunque infructuosamente, el desarme para Bogotá. Cuando las FARC lo amenazaron en vez de ponerse un chaleco antibalas, se puso uno blanco con un hueco en el corazón para demostrar que es un hombre de diálogo.
Mockus es todo eso: Un hombre irreverente, negociador y honesto. Tan honesto que teniendo derecho a recibir $7.500 millones del Estado (casi US$4 millones) por cuenta de la reposición que hace el sistema electoral en razón a los votos recibidos en la Consulta interna del Partido Verde, rechazó $4.500 millones ( casi US$2.5 millones) pues reconoció no habérselos gastado, en un acto que ningún político había hecho antes en la historia del país.
Es un aspirante que se pelea con la vieja clase política y no está dispuesto a transar su convicción en la meritocracia: No habrá más familiares ni amigos en puestos del Estado a menos que sean competentes. Mockus es un personaje de centro que cree en las instituciones y no está proponiendo precisamente subvertir el orden, simplemente habla de la legalidad democrática, un estado donde todos esos logros alcanzados por la seguridad democrática del presidente Uribe, se ajusten en el marco de las leyes y no las violen. Es difícil pensar que en un país tan cooptado por las mafias de narcotráfico, guerrilla y paramilitarismo, no haya una preocupación porque un gobernante proponga gobernar sin corrupción. Casi todos le reconocen que sí que es un buen tipo, pero que está más listo para gobernar un país como Dinamarca o Suiza, que uno como Colombia.
¿Hasta donde llegará toda esta esperanza? En Colombia se habla de la revolución verde, la ola verde, la marea verde. Ayer domingo, miles salieron a la Ciclovía a acompañar a su candidato Mockus gritando de manera optimista que incluso ganarán en primera vuelta, algo electoralmente imposible. Como ya se ha dicho Mockus tiene un apoyo impresionante entre jóvenes, académicos y buena parte de los columnistas de opinión pero no cuenta con las maquinarias que Santos puede usar a la hora de hacer adhesiones: Ya ha habido desbandadas de militantes de los partidos Conservador, Liberal y Cambio Radical, que prefieren unírsele a Santos para asegurarse una cuota burocrática en el siguiente gobierno.
Si bien las FARC ya no eligen presidente como en los anteriores años, sí hay una buena parte del país que quiere mantener el statu quo de la mano dura que impuso Uribe y ven en Mockus un personaje blando, incapaz de sacar a este país de la pobreza solo a base de pedagogía.
Es más, tras su repunte en las encuestas, varios medios de comunicación sacaron a flote una situación personal de Mockus que quería precisamente mostrar su debilidad: el candidato tiene principios de Parkinson, hecho que fue motivo de debate el viernes anterior en el país, cuestionando su capacidad de gobernar. Lo que capitalizó el candidato fue una respuesta de solidaridad entre sus seguidores, candidatos y analistas que recordaron que personajes como el Papa Juan Pablo II, y la ex fiscal de EEUU, Janet Reno, estuvieron al frente de sus respectivos cargos, durante años a pesar de padecer la enfermedad.
¿Qué tanto sumará toda esta mezcla de personalidad excéntrica y los ánimos de cambio de nuevas generaciones para que la marea verde sea la ganadora? De las encuestas a la realidad, la sorpresa sería que, tal como pasó con la primera Alcaldía de Bogotá que Mockus ganó en 1995, el voto de opinión venciera todas esas viejas estructuras. La pregunta es, si a nivel nacional, Colombia realmente quiere derrotarlas.
*Jenny Manrique es una bloguera que contribuye a americasquarterly.org. Es periodista Colombiana y fellow de la Fundación Internacional de Mujeres en los Medios (IWMF) y del Dart Center for Journalism & Trauma.