Este artículo fue adaptado de la edición impresa de AQ sobre las políticas del agua en América Latina | Read in English | Ler em português
En teoría, América Latina no debería estar enfrentando una crisis del agua —es el hogar del 30% del agua dulce del mundo, y sólo del 8% de su población.
Sin embargo, un análisis de los titulares de la región revela una realidad diferente y que está cambiando rápidamente. En América Central la sequía es una de las principales causas del éxodo de migrantes hacia Estados Unidos y otros países. Las llaves de la Ciudad de México y sus alrededores a veces se quedan sin agua durante semanas. Los altos precios del agua fueron uno de los principales motivos de las violentas manifestaciones en Chile a mediados de octubre. El agua no sólo es escasa, sino que a menudo es de mala calidad —en América Latina menos del 40% de las aguas residuales son tratadas, contaminando los lagos, ríos y océanos de la región y causando un enorme costo para la salud pública.
A medida que el clima cambia, muchos esperan que las cosas empeoren. Si bien el agua es realmente abundante en la región, se concentra en zonas como el Amazonas y los glaciares de la Patagonia, donde viven pocas personas. Desafortunadamente, los pronósticos dicen que los mayores riesgos se sitúan precisamente en los mayores centros de población y de actividad económica, especialmente a lo largo y cerca de la costa del Pacífico. Según la organización The Nature Conservancy, 16 de las 20 ciudades más grandes de América Latina se encuentran actualmente bajo “estrés” relacionado con el agua, y tres están en peligro de quedarse sin agua por completo: São Paulo, Lima y la Ciudad de México.
Para este número de AQ, enviamos periodistas a esas tres ciudades para entender mejor lo que está causando la crisis y explorar soluciones realistas. ¿Por qué el énfasis en “realista”? Porque la solución más obvia —gastar miles de millones de dólares en equipar casas con tuberías y construir nuevas plantas de tratamiento— no es ni económicamente viable en una época de austeridad ni una solución inmediata. El mayor desafio consiste en conservar y fortalecer las propias fuentes de agua. Por lo tanto, la búsqueda está en soluciones creativas y rentables que puedan hacer la diferencia.
Sí, existen. Desde nuevas tecnologías como la desalinización con energía solar hasta técnicas centenarias tomadas de los Incas, hay razones para ser optimistas. Los recientes avances que se han logrado en Medellín, quizás el mayor éxito de América Latina en materia de agua, muestran lo que es posible cuando los gobiernos toman en serio el problema, invierten y encuentran formas innovadoras de superar las brechas tanto geográficas como de clase.
Es necesario hacer más. Un ejecutivo con el que hablamos la llamó una “crisis invisible”: lenta, no siempre ocupando las primeras planas, pero siniestra de todas formas. El mayor cambio puede implicar un cambio de mentalidad —reconocer que incluso en la región de las Cataratas del Iguazú, el glaciar Perito Moreno y el Lago de Atitlán, el agua ya no puede ser considerada un recurso abundante, sino uno en creciente peligro.