Este artículo está adaptado de la más reciente edición impresa de AQ. | Read in English
En el pasado, con relación a la capacitación, los expertos apuntaron hacia una polarización del mercado laboral: las ocupaciones que normalmente requieren un alto o muy bajo nivel de capacitación ganaron participación en el total de empleos, a costa de las ocupaciones de mediano nivel de cualificación y adiestramiento. Las tareas rutinarias -que obedecen a procedimientos fácilmente replicables mediante el uso de programas- son características de los trabajos de mediano nivel de adiestramiento, propias de las tareas mayormente manuales de los obreros manufactureros de un nivel medio, y de las ocupaciones cognitivas administrativas de cuello blanco. Por el contrario, la tecnología enfrenta problemas para sustituir tareas abstractas de alto nivel de adiestramiento que requieren persuasión, creatividad o capacidad para solucionar problemas, así como esas tareas manuales no rutinarias de bajo nivel de entrenamiento que requieren adaptabilidad, capacidad de reconocimiento visual y lingüístico, además de interacción personal.
Esta perspectiva, sin embargo, debe ser examinada. Debido a los avances de la inteligencia artificial, tanto los trabajos de bajo nivel de capacitación (como los de los conductores, mensajeros y personal de entregas) y, hasta cierto punto, los de las ocupaciones del más alto nivel profesional (como las de los médicos, contables y programadores) se están convirtiendo en parcialmente capaces de ser manejadas por computadoras. Dicho fenómeno se está traduciendo no sólo en una gama más amplia de salarios, sino también en una distribución desigual de los ingresos en las plantillas de trabajadores; también convierte la creación de empleos a modalidades independientes a menudo precarias.
El desempleo en el sector tecnológico no es un problema en los países ricos: la mayor parte de la oferta en el mercado de trabajo en América Latina se compone de trabajadores con un bajo o mediano nivel de adiestramiento, por lo que el factor educación tiene poca incidencia en la demanda de destrezas por parte del mercado. Por otra parte, una sustitución gradual de trabajos a tiempo completo por trabajadores autónomos o “freelance” no sólo crea la necesidad de conceder prestaciones a menudo relacionadas con empleos asalariados (por ejemplo, convirtiendo las prestaciones en acumulativas o portátiles); en América Latina, el trabajador independiente es, a menudo, informal, precario, con ingresos por debajo del salario mínimo, insuficientemente capacitado y por lo tanto, mal preparado para enfrentar el impacto de la tecnología. Educación más espíritu emprendedor, la receta a menudo propuesta en las discusiones globales sobre el futuro del mercado del trabajo, difícilmente podría aplicarse en este caso.
¿Qué hacer, entonces? La tan mencionada revolución de la educación requiere la adopción de pautas precisas: programas más breves para estudiantes de colegios universitarios, y más enfocados en los cambios de empleo y consiguientes rápidos ajustes en la capacitación requerida; una educación básica de doble nivel para la mayoría de estudiantes que abandonan sus estudios formales (muchas veces debido a dudas bien fundamentadas sobre sus beneficios) sin un título o certificado de estudios; una capacitación vocacional para los actuales trabajadores expuestos a la automatización y los desplazamientos. Debería de existir un mejor ajuste entre los programas de capacitación y las demandas del mercado. Es aquí donde los gobiernos locales deben ayudar, acordando una interacción entre el sector público, el patronal, y el sector privado.
¿Dónde deberían centrarse? Los expertos sostienen que la nueva frontera del trabajo humano consistirá en las ocupaciones intensivas en los campos de la inteligencia social y la creatividad. El cuidado de ancianos y la educación elemental son claros ejemplos del primer tipo de ocupación, aunque abundan muchos otros ejemplos de automatización parcial (ejemplo: un programa de diagnóstico automatizado podrá participar en el trabajo de los médicos, aunque no en su papel como interlocutor humano de sus pacientes). Lo mismo podría decirse de la función de atención al cliente o, como algunos podrían proponer, de interacción personal en una reunión de negocios.
La creatividad es un concepto mucho más amplio. Podría referirse a la innovación, en el sentido de la formulación de nuevas ideas y soluciones prácticas. En la medida en que la inteligencia artificial pueda ser una aprendiz sorprendente lista con relación a todo lo existente, podría pensarse que este sentido de originalidad siempre será una característica humana (a pesar de que este punto de vista no sea compartido por todos). Sin embargo, la creatividad tiene una segunda y más compleja connotación. En 1936, Walter Benjamin argumentó que la diferencia entre la Mona Lisa y una perfecta reproducción mecánica de la misma reside en el aura de la primera, algo relacionado con su exclusividad, lo cual le confiere su incalculable valor (y precio). Hoy, la inteligencia artificial puede replicar el arte: puede pintar sobre un lienzo o escribir música. Pero, si como creo, la inteligencia artificial no puede reproducir el aura a la que se refiere Benjamin, entonces una gran variedad de ocupaciones artísticas o artesanales será resistente a la automatización y -si el progreso tecnológico nos permite más tiempo libre- serán muy solicitadas.
Todos deseamos ver más educación y trabajos mejor pagados, de alta calidad, aunque si no están acompañados de los conocimientos prácticos y el entrenamiento requerido, seguiremos viendo trabajadores sobrecalificados coexistiendo con el desempleo y demás insuficiencias de capital humano.
Sobre todo, lo que quisiéramos ver son más trabajos importantes para nuestros trabajadores. En las grandes economías descentralizadas, las políticas nacionales sencillamente no son suficientes para tratar los problemas laborales; las ciudades deben asumir el reto, vital para su éxito y desarrollo, de dirigir la capacitación vocacional y la promoción de servicios dinámicos como la educación y salud, turismo e industrias creativas. Ahora es el momento.
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Levy Yeyati es el decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato di Tella de Buenos Aires