Este artículo fue adaptado de la edición impresa de AQ sobre la política del agua en América Latina | Read in English
LIMA — Cuando los conquistadores españoles fundaron en 1532 la Ciudad de los Reyes, hoy conocida como Lima, evidentemente no tenían idea de lo problemático que sería el lugar.
La capital peruana es ahora famosa por ser la segunda ciudad más grande del mundo ubicada en un desierto, después de El Cairo. Sin embargo, mientras que la capital egipcia tiene el poderoso Nilo, los tres ríos de Lima, altamente estacionales y a menudo contaminados, fluyen a un promedio de menos del 2% de su homólogo africano.
Hoy en día, la capital peruana se enfrenta a una inminente crisis del agua, agravada por el cambio climático y el crecimiento urbano caótico y no regulado. Se estima que un millón de los 10 millones de habitantes de Lima carecen de acceso a agua potable, y aunque ese número ha disminuido recientemente, Sedapal, el servicio de agua de la ciudad, necesita aumentar urgentemente el suministro para mantener la tendencia.
Pero si los problemas de agua de Lima son tan antiguos como la propia ciudad, las soluciones puede que sean aún más antiguas. Los responsables de las políticas públicas están recurriendo ahora a la tecnología precolombina para ayudar a prevenir que las llaves de agua se sequen. El enfoque promete complementar los esfuerzos existentes en Lima y servir como modelo para que otras ciudades latinoamericanas puedan enfrentar crisis del agua similares utilizando enfoques innovadores.
Después de invertir miles de millones a lo largo de los años en una serie de lagunas a gran altitud y otras infraestructuras “grises”, el Sedapal está añadiendo a su cartera de suministros una solución potencialmente mucho más barata para satisfacer la creciente demanda: restaurando antiguos canales de piedra, conocidos como amunas, en las remotas y montañosas cuencas de la ciudad.
Durante la temporada de lluvias, las amunas desvían el agua superficial a zanjas de infiltración, donde es absorbida por el suelo, reponiendo la capa freática. Emerge semanas e incluso meses después en manantiales naturales y albercas de piedra construidas por seres humanos. Al ayudar a modular los drásticos cambios en los flujos estacionales, el sistema preincaico, conocido como mamanteo, permitirá al Sedapal utilizar el agua de manera más eficiente, en particular durante la temporada de lluvias, cuando la empresa es incapaz de capturar el exceso de volumen en los dos ríos más importantes de Lima, el Rímac y el Chillón.
Hasta ahora, un proyecto piloto en el pueblo de Huamantanga, a diez mil pies de altura en los Andes, ha demostrado ser muy prometedor. Una amuna de aproximadamente una milla de longitud ha sido restaurada, cambiando dramáticamente los rendimientos de agua, tanto para los locales que dependen de ella para su agricultura de subsistencia como para las descargas aguas abajo.
El proyecto está siendo complementado con medidas para restaurar la puna, pastizales andinos esponjosos ubicados por encima de la línea de los árboles, incluyendo la sustitución de ganado exótico por llamas y alpacas nativas. El ecosistema de la puna es particularmente lento para crecer y regenerarse pero, cuando está sano, almacena grandes cantidades de agua, liberándola lentamente durante la temporada de secas.
Una amuna desvía el agua superficial a zanjas de infiltración, donde es absorbida por el suelo. (Crédito: AquaFondo)
El proyecto piloto de Huamantanga es parte de un programa llamado Infraestructura Natural para la Seguridad Hídrica que está siendo implementado a lo largo de los Andes peruanos por un consorcio de organizaciones no gubernamentales ambientalistas, entre las que se encuentran CONDESAN y Forest Trends de los Estados Unidos, junto con el Imperial College London.
La iniciativa ha sido financiada con 27 millones de dólares de USAID y del gobierno canadiense. Pero su éxito a largo plazo, ser financiado por los servicios locales de agua, parece probable gracias a importantes reformas regulatorias.
La Ley de modernización de los servicios de saneamiento de Perú, aprobada en 2013, estableció un mecanismo de financiamiento para la conservación de las cuencas hidrográficas. La Ley de mecanismo de retribución por servicios ecosistémicos, aprobada al año siguiente, estableció un marco legal para que los sectores público y privado recompensaran a las comunidades río arriba como Huamantanga por proteger y restaurar las fuentes de agua.
La nueva legislación le ha permitido al Sedapal aumentar sus tarifas para dedicar el 1% de sus ingresos a la “infraestructura natural” y otro 3.5% a la adaptación al cambio climático, un modelo innovador para la región, explicó Hugo Contreras, director de seguridad hídrica para América Latina de The Nature Conservancy.
“Al hacer que las empresas de servicios públicos compartan la responsabilidad de las fuentes de agua, no sólo la distribución, ahora hay más recursos para la conservación”, dijo Contreras a AQ.
Hasta ahora, la empresa ha recaudado unos 70 millones de soles (20 millones de dólares) con fines de “infraestructura natural”. Ese dinero aún no se ha gastado, pero, suponiendo que el proyecto de las amunas siga dando resultados positivos, una parte de él se dedicará a restaurar los sistemas de mamanteo en las cuencas hidrográficas de Lima.
La planta de agua Atarjea trata el precario suministro de agua potable de Lima. (Crédito: Fotoholica Press/Lightrocket via Getty)
Según el Sedapal, Lima necesita 3.05 metros cúbicos de agua por segundo adicionales para satisfacer la demanda existente. Los investigadores que trabajan en el proyecto piloto de Huamantanga han calculado que en conjunto estas medidas podrían representar 2.74 metros cúbicos por segundo de ese déficit.
Mientras tanto, el proyecto amuna ha requerido amplias discusiones con la comunidad de Huamantanga, que tiene una población de 600 habitantes. Los incentivos para los habitantes han incluido asesoramiento técnico que podría mejorar significativamente la productividad de los cultivos y el ganado. Sin embargo, aún así, ha surgido resistencia.
“El mayor desafío es cambiar la mentalidad, la forma de pensar”, dice Javier Antiporta, de CONDESAN, una de las organizaciones no gubernamentales que están ejecutando el proyecto. “La gente se pregunta por qué deberían cambiar si siempre han hecho las cosas de esta manera. Hay que explicar que ellos serán los primeros beneficiarios de esto. Que tendrán más agua para sí mismos y para su agricultura”.
El potencial es enorme.
Huamantanga tiene 11 amunas con un total de casi nueve millas. No está claro exactamente cuántas otras comunidades montañosas en las cuencas hidrográficas de Lima, y en todo Perú, tienen en la actualidad amunas, pero construir nuevas también podría ser una opción.
Como principio de la Amazonía, Perú está bendecido hidrológicamente. No obstante, el 98% de las precipitaciones del país corren hacia el este, hacia el Atlántico. Pero casi 20 millones de los 31 millones de habitantes del país viven en la árida costa del Pacífico. La mitad de ellos se encuentran en la capital, pero hay muchas otras ciudades en el estrecho litoral peruano que también podrían beneficiarse de los sistemas mamanteo.
Estas tecnologías verdes también son más rentables, por orden de magnitud, que las tecnologías convencionales, repletas de concreto, tales como los embalses y las tuberías transandinas. Mientras que el uso de amunas cuesta 0.004 dólares por metro cúbico adicional de agua, según los investigadores, la construcción de nuevos embalses y la infraestructura asociada costaría entre $0.10 y $0.25 dólares por metro cúbico. Una nueva planta desalinizadora que se está construyendo al sur de Lima costará más de 0.73 dólares por metro cúbico de agua.
Para Francisco Dumler, director del Sedapal, la reactivación de las amunas es un componente crucial de la estrategia de diversificación de las fuentes de agua de la empresa, que también requerirá más plantas desalinizadoras en la costa, aunque sean mucho más costosas.
“No se trata sólo del costo-beneficio”, dijo Dumler. “Se trata de la gestión de riesgos. Nos enfrentamos a altos niveles de estrés hidrológico en los próximos cuatro a seis años. Tenemos que buscar soluciones innovadoras”.
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Tegel es un periodista independiente basado en Lima.