Debo confesar que, a pesar de haber seguido con muchísimo entusiasmo los procesos electorales de Chile en las últimas dos décadas, las elecciones presidenciales de este año me producían un enorme aburrimiento. Eso cambió cuando Marco Enríquez-Ominami apareció en escena. Paso a explicar.
La candidatura del millonario Sebastian Piñera por la Alianza opositora perdió la frescura novedosa que tuvo en el 2005. Eso importa mucho en un país donde, luego de un largo periodo de gobierno de la Concertación, existe mucha sed de cambio. En este contexto la vieja Concertación gobernante demostró que no fue capaz de renovarse y prepararse para el futuro, llevando como candidato al ex presidente de 67 años Eduardo Frei. Hasta ahí no había nada nuevo. Un país que fue capaz de convertirse en una sociedad moderna y pujante, no supo producir una renovación política para enfrentar los desafíos del futuro. Es cierto que la Concertación tiene mucho que ver con las cosas buenas que pasaron en Chile en los últimos años. Pero sus dirigentes envejecieron al abrigo del poder y parecen no tener nuevas ideas. Michelle Bachelet—que mantiene niveles altísimos de popularidad—fue una fuerte señal que demostró que la sociedad esta preparada para un cambio que la vieja dirigencia no quiere o no puede entender.
Ello explica porque la candidatura presidencial independiente de Marco Enríquez-Ominami irrumpió con tanta fuerza en este proceso electoral preocupando tanto a Frei como a Piñera. Este joven cineasta, filósofo y diputado socialista de tan solo 36 años esta capturando la imaginación de jóvenes y otros desencantados con la política en Chile. Con una historia personal con mucha carga política, representa una generación post-Pinochet que mira más al futuro que al pasado. Marco propone rescatar la política chilena de los viejos dirigentes que la tienen secuestrada para que retome el rol de catalizadora de cambios sociales. El Pato Navia escribió un excelente análisis que vale la pena leer sobre la irrupción de Enríquez-Ominami, su historia, lo que implica para Chile, sus planes y desafíos (que son muchos). A pesar del entusiasmo que genera, el camino a la presidencia no es sencillo. Sus planes son difusos y su estructura débil, lo que genera dudas sobre su capacidad para gobernar.
De todas maneras, Marco Enríquez-Ominami ya alcanzo a Eduardo Frei en las encuestas y presentó su renuncia al Partido Socialista. Su candidatura esta fuerte y marcha a toda máquina. Estas elecciones ahora prometen ser apasionantes y es incierto el efecto que la candidatura de Enríquez-Ominami tendrá en el resultado final. Tampoco sabemos si Enríquez-Ominami es una figura efímera o podrá construir un liderazgo que se proyecte en el tiempo. Pase lo que pase, la política en Chile ya no es igual. Marco representa una nueva generación política que abrió un debate de renovación que la vieja dirigencia ya no puede ignorar.