La pregunta que el cofundador y director de Personal Democracy Media, Micah L. Sifry, se hizo en su libro, “The Big Disconnect: Why the Internet Hasn’t Transformed Politics (Yet)” (“La gran desconexión: Por qué Internet no ha transformado la política (aún)”), ocupa desde hace años la mente de activistas, politólogos, hackers, periodistas y todos aquellos quienes creemos que la democracia y la transparencia son valores intrínsecos de las sociedades.
Y por eso, cada vez son más comunes los espacios en que, de manera voluntaria, esta nueva tribu de transformadores que quieren cambiar la política a través de la red se da cita para crear herramientas tecnológicas que ayuden a los funcionarios públicos a mejorar su desempeño dentro de los órganos del poder público, y a crear canales de comunicación directa con los ciudadanos para escuchar sus opiniones y asimismo rendirles cuentas.
En encuentros cívicos semanales o por un día entero, los “hacktivistas” se ofrecen para realizar talleres sobre los datos públicos, realizando visualizaciones de estadísticas o creando aplicaciones para entender órganos tan complejos como el Congreso. Estas sesiones son conocidas como “hackatones” (hackathons).
Precisamente el Ash Center para la Gobernanza Democrática y la Innovación del Harvard Kennedy School, junto con fundaciones como Opengov y PopVox, patrocina actualmente una competencia entre equipos multidisciplinarios (no sólo para programadores) para diseñar propuestas para ayudar al Congreso de Estados Unidos ser más eficiente, eficaz y responsable ante los ciudadanos. La competencia, conocida como #Hack4Congress, ya tuvo lugar en Cambridge y San Francisco, y se realizará la última “hackaton” en Washington DC el próximo 29 de abril. Los equipos ganadores de las tres ediciones presentarán sus propuestas a los legisladores y el personal del Congreso de EEUU a finales de la primavera.
La competencia consiste en alcanzar las siguientes 5 metas: mejorar el proceso de la creación de leyes, facilitar el diálogo bipartidista, modernizar la participación en el Congreso, disminuir la brecha de la representación y la confianza, y reformar el sistema de financiación de campañas. A esta tarea se dedicaron por 2 días enteros 13 equipos en Cambridge y 9 en San Francisco, tal como lo harán los hackactivistas en Washington.
Los preseleccionados, elegidos por un jurado de expertos en la política, ciudadanía y tecnología, apuntaron con simpleza y creatividad a dos problemas que entorpecen la dinámica dentro y fuera del Congreso Americano. CongressConnect, proyecto ganador en Cambridge, busca ser una plataforma a través de la cual los electores podrán solicitar reuniones en el Capitolio o en las oficinas de los legisladores de su distrito, acceder a tutoriales para prepararse para ese encuentro y conectar con otros votantes que compartan las mismas inquietudes.
MyCRS, ganador en San Francisco, quiere proporcionar a las oficinas de los congresistas métricas clave, tales como indicadores sobre la atención de salud, desempleo, educación y crecimiento económico, al nivel de distrito. MyCRS tomó su nombre de las siglas CRS (Congressional Research Service), el grupo de estudio interno del Capitolio.
La competencia sigue en Washington, pero este ejercicio, que no es único (el partido de la Red de Argentina desarrolló por ejemplo DemocracyOS), demuestra cuán preocupados están los expertos en política en reducir la brecha entre la ciudadanía y el gobierno. Las herramientas abundan, ¿pero realmente se apropian los ciudadanos de ellas? ¿Qué tan importante es la participación cívica y acaso los legisladores la toman en cuenta? ¿Cómo se puede demandar la rendición de cuentas si muchas leyes (por ejemplo, sobre la financiación de campañas) son poco transparentes? Haciendo eco de la tesis de Sifry, ¿qué hacer para que el Internet finalmente transforme la política, así como ha transformado la vida cotidiana? La respuesta está en las pequeñas cosas que ciudadanos comunes o “hackactivistas” están haciendo como hormiguitas en sus ratos libres. Porque hoy, gracias a la tecnología e internet, hay mil maneras de “hackear” el Congreso.