Hace poco más de un mes, una marcha iniciada por los nativos del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), en la región centro-oriental del país, ha desatado la mayor crisis del gobierno del presidente Morales, aunque ni siquiera hoy el propio gobierno –sordo y caprichoso- parece haberse dado cuenta de la dimensión de este hecho que lo ha desnudado no sólo frente al país sino a la comunidad internacional todavía enamorada de Evo en algún rincón. Para el resto de los ciudadanos, esa misma marcha ha puesto de una vez por todas las cartas sobre la mesa: ¿Qué busca verdaderamente el gobierno de Evo Morales?
El gobierno de Morales ha decidido construir una carretera que partiría en dos el TIPNIS (1.200.000 hectáreas). Las consecuencias de ello han sido ampliamente expuestas probando de manera irrefutable los múltiples daños que esto causaría. El TIPNIS es la mayor reserva de flora, fauna y agua dulce del país y la segunda de la región. Una carretera a través del bosque implicaría, para comenzar, el desmonte de 1.500 Kms2 y la tala de 600.000 árboles; la migración, alteración y probable extinción de más de 3.400 especies de fauna y flora y la intervención en el hábitat, costumbres y cultura de 64 comunidades originarias de chimanes, yuracarés y moxeños que allí habitan. Pero aquí viene un primer dato interesante: esa carretera daría carta blanca a los llamados “colonos” (migrantes de otras regiones del país, sobre todo cocaleros de la región vecina del Chapare) para que ingresen al parque como ya lo han venido haciendo, ampliando la frontera del cultivo ilegal de coca. De hecho, según datos oficiales, en el TIPNIS ya se produce coca destinada al narcotráfico.
Otros datos relevantes tienen que ver con la potencial riqueza de los recursos naturales del lugar y su explotación (anunciada por el gobierno de Morales): petróleo y madera de altísimo valor comercial. Por eso mi curiosidad no es gratuita: ¿Qué pensaría hacer la brasileña OAS (contratista de esa carretera) con los 600 mil árboles que tumbaría, valorados comercialmente en 10 mil dólares cada uno en el mercado internacional?
Alguien en esta historia subestimó la inteligencia de los indígenas del TIPNIS, la de todos los bolivianos y hasta pensó que nadie en el mundo se enteraría.
El gobierno arguye la necesidad de vinculación del país. Cierto. Pero el costo/beneficio está claro. ¿Por qué entonces alguien se jugaría la vida por ese proyecto como lo hace hoy el presidente Morales? Porque no es poco que Evo ignore de tal manera “su” propia Constitución Política del Estado que le y nos costó una dura y sangrienta batalla. Allí se consagró el derecho de los pueblos indígenas a ser consultados previamente sobre el uso de su territorio, cosa que Evo no hizo. No es poco que Morales, que llegó a la Presidencia enarbolando la identidad indígena, niegue ahora los más elementales derechos de los indígenas, esos que dan contenido a su más preciado discurso, el de la multietnicidad y multinacionalidad bolivianas. Más aún, no les permite marchar como legítimo derecho a la protesta en defensa de su territorio y manda a sus “colonos” a bloquearles el paso, el acceso a alimentos, medicinas y ¡agua! (él, que consagró el agua como derecho humano). No es poco que quien se presenta al mundo como defensor de la Madre Tierra, la use sólo para la foto.
El resultado es un país divido que sin embargo va sumado distintas voces a la protesta contra esta actitud del gobierno de Morales que ha sobrepasado todos los límites de la tolerancia. El desencanto ha llegado incluso a ese sector de simpatizantes académicos e intelectuales de izquierda que fueron un importante soporte político. Y si los indígenas eran el sostén de Morales, ya no. Le quedan los militares, en prudente silencio, y los cocaleros.
Mientras escribo este texto, el gobierno de Morales acaba de reprimir a los indígenas marchitas con una violencia nunca antes vista en democracia y más aún, afectando a los niños que se encontraban con sus madres. La reacción social ha sido contundente. La ministra de Defensa, Cecilia Chacón, ha renunciado. Movimientos de protesta por todo el país han hecho que el presidente Morales anuncie la paralización de las obras de esa carretera. Busca una consulta popular que todavía no está clara. Los indígenas están dolidos. Han rearmado su marcha para llegar hasta La Paz porque no quieren consulta, simplemente no quieren esa carretera. Pero además, han perdido la confianza en el Presidente.
“¿Cuándo acaba una Revolución? Cuando el poder deja de ser un medio y se convierte en un fin” escribe Andrés Gómez, periodista, director de la cadena de radio nacional Erbol. Esa parece ser la respuesta a la inquietud creciente de muchos bolivianos. Los mismos indígenas que hace 20 años marcharon para lograr una nueva Constitución Política del Estado que reconozca sus derechos, desnudan ahora el discurso de Morales que se queda solo y en el cine. Pues de nada le sirvió haber visto “Avatar” tres veces, como él mismo se jactó con aire adolescente en momentos políticamente oportunos, porque hoy Evo y su gobierno parecen haber perdido la brújula.
Cecilia Lanza es una bloguera que contribuye a AQ Online y vive en La Paz, Bolivia.