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Eduardo Fernández supo su destino desde los 10 años, cuando vio a Ladislao José Biro, el inventor húngaro-argentino del bolígrafo, en televisión.”Estaba fascinado”, le dijo Fernández a AQ. Desde entonces, ha sido un inventor enamorado con el acto de la invención. En 1990, fundó una escuela para jóvenes inventores, la Escuela Argentina de Inventores, también es el presidente del Foro Argentino de Inventores y es asesor de la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (Wipo, por sus siglas en inglés) en Suiza.
A lo largo de su carrera, Fernández, ahora de 63 años, ha jugado con herramientas agrícolas, equipos deportivos e incluso una máquina industrial para pelar nueces, todo sin tener un entrenamiento formal. Un autodidacta, Fernández rebosa entusiasmo y tiene un gusto por pensar en cosas que podrían ser mejoradas o cambiadas. “Me considero un inventor profesional. Cuando veo algo que no funciona, veo un reto de arreglarlo y crear algo nuevo”, dijo.
El invento más reciente de Fernández, desarrollado con su colega Nicolás Di Prinzio, es Trabalitos, juguetes educativos de espuma que les permiten a los niños inventar y construir otros juguetes. Recibió la medalla de oro en la Exhibición Internacional de Inventos de 2018 en Ginebra, Suiza, pero el camino entre concepto y éxito fue arduo. “Solucionamos el problema técnico de crear el juguete en tan solo dos horas, pero nos tomó más de dos años llevarlo al mercado”, dijo.
Fernández dijo que la investigación de mercado y decidir si buscar una patente tomó tiempo e inversión. El reto más grande, añadió, no es inventar algo, sino convertir ese invento en un producto comercializable. Ahí es donde fallan la mayoría de inventores.
“Cuando veo algo que no funciona, veo un reto de arreglarlo y crear algo nuevo”.
“El proceso de obtener una patente en América Latina es caro, lento y difícil”, dijo Fernández. “En Argentina, nos tomó casi cuatro años y medio obtener la patente para Trabalitos. Algunos inventores han estado esperando por más de ocho años”.
Finalmente, Fernández y sus socios decidieron obtener una patente únicamente en los Estados Unidos, su mercado más grande.
“Por supuesto que hay el riesgo de robo en otros mercados, pero al menos estamos protegidos en el más importante. En otros mercados más pequeños, decidimos competir en calidad y precio”.
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He es una periodista argentina basada en Buenos Aires