Este artículo fue adaptado de la edición impresa de AQ sobre las migración en América Latina | Read in English | Ler em português
Incluso antes de que el coronavirus golpeara, América Latina estaba luchando para hacer frente a un desafío sin precedentes —a sus economías, a sus sistemas de salud y a sus sociedades en general.
Más de 4.5 millones de latinoamericanos han emigrado a otros países de la región desde 2015. Los números son realmente impactantes, y la portada de esta edición es también una infografía que muestra a donde la mayoría de estos migrantes han viajado. La gran mayoría son venezolanos que huyen de la actual tragedia de su país, pero también se han desplazado guatemaltecos, nicaragüenses, haitianos y otras nacionalidades. Las encuestas sugieren que la mayoría de los migrantes tienen la intención de quedarse en sus nuevos hogares aunque la situación en Caracas o Puerto Príncipe mejore inesperadamente.
En su mayoría, la respuesta de los países de acogida ha sido generosa, en una región mucho más acostumbrada a enviar migrantes que a recibirlos. Muchos gobiernos de América Latina han concedido visados temporales o permisos de trabajo, han establecido turnos extra en las escuelas para atender a los recién llegados y han instado públicamente a la tolerancia. Como una publicación con sede en Nueva York, no podemos dejar de notar el contraste con los Estados Unidos y expresar nuestra admiración.
Aun así, las tensiones son claras, y están creciendo.
Este reportaje especial muestra cómo los países receptores están enfrentando esta “Gran migración” —en las escuelas, en los lugares de trabajo, y mucho más allá. Numerosos migrantes tienen títulos universitarios o técnicos, u otras habilidades que hacen falta en sus nuevos hogares. También han hecho excelentes aportaciones a la alimentación y a la música. El riesgo es que estas contribuciones positivas y la buena voluntad general de los últimos años se olviden ahora que el COVID-19 provoque una terrible recesión y una mayor competencia por las camas de hospital y por otros servicios públicos.
De hecho, las encuestas ya estaban reflejando un retroceso. En diciembre, una encuesta mostró que el 62% de los colombianos no quieren que más venezolanos se unan a los 1,7 millones que ya viven en Colombia. El 52% de los peruanos dicen que temen a los venezolanos, frente a un 24% en 2018. Algunos políticos ya están aprovechando esta xenofobia, pidiendo el fin de los visados y de los programas para migrantes.
Pero esas políticas suelen obligar a los migrantes a replegarse aún más en las sombras, y no a irse del todo, como demuestra la experiencia de los Estados Unidos. Eso causaría un daño aún mayor a las economías —y a la salud pública en medio de una pandemia. Lo último que necesita América Latina es la creación de una nueva clase permanente de personas vulnerables. La generosidad de la región ha sido impresionante; ahora es el momento para que haya más, no menos.