En 2004, una novela de poco más de 100 páginas sirvió para situar a Yuri Herrera (Actopan, México, 1970) entre los escritores más destacados de la narrativa mexicana contemporánea. Trabajos del reino, el primer libro de Herrera, narra el ascenso y la caída de un compositor de corridos deslumbrado por la vida en la “corte” de un capo del narcotráfico. Se trata además de una reflexión sobre el arte, la violencia y el poder contada con sorprendente lucidez y belleza. La editorial Periférica recuperó Trabajos del reino para el público español en 2008. El año pasado apareció —también en Periférica— la segunda novela de Herrera, Señales que precederán al fin del mundo, sobre el viaje de una muchacha que atraviesa la frontera en busca de su hermano.
En diciembre de 2009 Herrera se convirtió en el primer ganador del premio “Otras voces, otros ámbitos” por Trabajos del reino. El galardón, otorgado en España por un jurado compuesto por cien personas del ámbito literario, pretende rescatar obras valiosas que no han tenido éxito comercial, con el objetivo de reeditarlas y distribuirlas en más de ochenta librerías. Recién llegado a México después de haber realizado un doctorado en la Universidad de California, Berkeley, Yuri Herrera habla sobre las relaciones entre la literatura y el conflicto político y social en su país.
Colanzi: Élmer Mendoza describe a los narcotraficantes y su mundo de manera minuciosa; en Trabajos del reino, los personajes son arquetipos y el narcotráfico no se menciona. ¿Cuál es tu posición con respecto a la narco-literatura?
Herrera: Creo que ha habido un abuso del término. Como sucede con tantas otras etiquetas, ésta se ha utilizado para englobar cómodamente textos muy diversos. El narcotráfico es una realidad ineludible hoy en México y es natural que sea parte de la historia que entre muchos se está contando, pero ni el lenguaje utilizado ni las anécdotas son las mismas. Leo y aprendo de escritores como Élmer Mendoza o, por ejemplo, Rogelio Guedea, no sólo por la actualidad de sus temas sino porque su capacidad de observación está acompañada de una práctica rigurosa del oficio.
Colanzi: ¿De dónde proviene tu interés sobre la relación entre arte y poder?
Herrera: Es una preocupación personal y una indagación sobre nuestra vida social. Arte y política son dos temas que han estado presentes siempre en mi familia; por otro lado, me interesa cómo los individuos pueden crear obras sólidas, persistentes, a pesar de estar sometidos a presiones de instituciones y hombres poderosos.
Colanzi: En tu lenguaje hay ecos de La Biblia pero también de Juan Rulfo. ¿Cómo logras fusionar registros tan distintos?
Herrera: Creo, como dice Eduardo Antonio Parra, que la escritura se da en una especie de estado hipnótico, y en él es difícil discernir cuáles son todos los insumos de los que uno está echando mano y cómo los combina. Creo que finalmente tiene que ver con el ánimo con el que el escritor está trabajando y el ánimo que quiere que permita el texto.
Colanzi: Señales que precederán al fin del mundo transcurre en la frontera. Cormac McCarthy también ha narrado esa geografía, pero desde el otro lado. ¿En qué se asemeja la literatura del norte de México a la de McCarthy y otros autores norteamericanos que retratan la frontera?
Herrera: Hace mucho que no leo a McCarthy, pero creo que si bien la carga de violencia y el imaginario pueden ser similares, una diferencia importante está en la posición de la voz narrativa, la clase de sujeto que se construye en esa mirada. Y en la literatura mexicana la frontera aparece como un espacio con múltiples significados (el trabajo al otro lado, la panacea al otro lado, el enemigo al otro lado, la línea que transfigura nombres y negocios, por ejemplo), mientras que en la literatura estadounidense el espacio que se delinea tras la frontera es básicamente de decadencia o una ruta de escape.
Colanzi: ¿Cuáles son los autores que han influido más en tu obra?
Herrera: Como decía, es muy complicado ubicar cuáles son las lecturas que efectivamente hay influido más en la escritura de uno. Ése es, finalmente, un derecho del lector, pero puedo mencionar algunos que he leído repetidamente o que quisiera que fueran una influencia. Entre muchos otros: Lampedusa, Martín Luis Guzmán, Carson McCullers, Boris Vian, Jesús Gardea.
Colanzi: La violencia política y social es un tema importante para los escritores mexicanos contemporáneos. ¿Cómo se puede evitar que esta violencia se convierta en un cliché sobre México?
Herrera: No se puede evitar, ahí tenemos a los monopolios de la comunicación robusteciendo constantemente el cliché, y a los voceros del gobierno—oficiales y oficiosos—reduciendo el problema a un asunto policiaco. Lo que sí puede hacer el arte es ofrecer un discurso alternativo que dé cuenta de la complejidad del fenómeno, de su larga historia, sus muchas complicidades, y de la necesidad de volver a reflexionar sobre la responsabilidad de cada cual. La buena literatura que se está haciendo hoy en México —y creo que es un buen momento para la literatura nacional, que hay muchos escritores, de diferentes generaciones, escribiendo muy bien—desborda los maniqueísmos y le da profundidad al debate sobre el estado de la nación.
* Liliana Colanzi nació en Santa Cruz, Bolivia y es una bloggera y periodista que contribuye a americasquarterly.org.