Este articulo fue adaptado de la edición impresa de AQ sobre las fuerzas armadas en América Latina | Read in English | Ler em português
En muchos países, los soldados vuelven a desempeñar un papel prominente en la política, la seguridad y la economía. ¿Se trata de una restauración o de algo completamente nuevo?
En 1913, la revista militar brasileña A Defesa Nacional expuso una filosofía que definiría gran parte del siglo XX en América Latina: “El Ejército necesita prepararse para su papel conservativo y estabilizador en medio de los cambios sociales en curso. Debería estar preparado para corregir los trastornos internos, tan frecuentes en la tumultuosa vida de las sociedades en desarrollo”.
Más de un siglo después, mucho ha cambiado. Afortunadamente, más del 90% de los ciudadanos latinoamericanos viven hoy en día en democracias administradas por civiles. Pero en un momento en que se multiplican los disturbios sociales, las economías estancadas y los gobiernos impopulares, varios de los militares de la región están asumiendo de nuevo un papel más visible en la seguridad nacional y la política. Es importante preguntarse cuál será su papel en el siglo XXI —y si las dolorosas lecciones se están olvidando.
Mientras las protestas callejeras se extendían por toda la región a finales del 2019, los presidentes de Chile, Perú y Ecuador aparecieron en la televisión rodeados de tropas uniformadas para mostrar que todavía estaban al mando. El presidente de Brasil, que también fue paracaidista del Ejército, ha llenado gran parte de su gobierno (incluyendo más o menos un tercio de su gabinete) con soldados en servicio activo o retirados. El presidente de México ha recurrido a los militares para dirigir y dotar de personal a la nueva Guardia Nacional.
No todo esto es motivo de alarma. Las encuestas muestran que los militares se encuentran entre las instituciones más respetadas de la región y, en algunos casos, recurrir a ellos en busca de personal y de seguridad tiene sentido. Los líderes militares de toda la región dicen constantemente —en privado y en público— que no tienen ningún interés en retomar el tipo de poder que tenían en los años sesenta y setenta, cuando la mayoría de los gobiernos de la región eran dictaduras. Esto se debe en parte a que muchos recuerdan la ignominia y la deshonra que siguieron a sus abusos a los derechos humanos y a la mala gestión económica durante ese período.
Pero en una época en la que tantas cosas parecen estar en retroceso, hay razones claras para preocuparse. Según las encuestas, el respaldo a la democracia ha caído a mínimos históricos en muchos países. Una de las razones del intenso debate sobre el papel de los militares bolivianos en la salida de Evo Morales, y si constituyó un “golpe de Estado”, es precisamente por miedo a que pueda sentar un precedente en otros países. La brutal represión de las protestas en Chile y en Colombia sugiere que los militares han evolucionado menos de lo que muchos piensan.
Este número especial es un intento de evaluar la situación de los militares latinoamericanos en el siglo XXI: qué quieren, quiénes están a cargo y cuánto han cambiado realmente. Como dice la vieja expresión: “la historia no se repite, pero a veces rima”.