Este artículo fue adaptado de la edición impresa de AQ sobre la política del agua en América Latina | Read in English
Si hay un resumen de lo que es una dura competencia corporativa global, sería Coca-Cola versus Pepsi. Pero claro, está el agua.
“En aislamiento, no tendríamos resultados” dijo Wanessa Scabora, una directora de sustentabilidad para Coca-Cola FEMSA en Brasil. “Cuando se trata del agua, somos socios”.
Su colaboración vino después de que São Paulo, la megalópolis de 22 millones de gente y el corazón industrial del país se enfrentara a una sequía única en 250 años en el 2014 y 2015. Suministros en la mayor reserva de agua, Cantareira, se disminuyeron a sólo el 3% de su capacidad. El racionamiento de agua de emergencia dejó a los vecindarios sin agua durante varios días. Inclusive hubo conversaciones entre líderes de negocios sobre el traslado de las fábricas a otro lado –alrededor de 60,000 compañías en el área se consideraron en riesgo.
El regreso (casi demasiado tarde) de lluvia normal eventualmente terminó con la crisis. Pero en la era de extrema volatilidad en el clima, las compañías no quisieron correr el riesgo de pasar por el mismo trauma. Poco después, compañías incluyendo Coca-Cola Femsa, Coca-Cola Brasil, PepsiCo y el productor de cerveza Ambev (La rama Brasileña de AB Inbev) se unieron a una iniciativa conocida como la Coalición de las Ciudades por el Agua. The Nature Conservancy (TNC) en Brasil emprendió el proyecto en el 2015 como parte de la Alianza Latinoamericana de los Fondos de Agua, una iniciativa co-patrocinada por el Banco Interamericano de Desarrollo. Abarca 24 fondos de agua operando en América Latina, con recursos invertidos en proyectos, específicos y localizados, que pueden proteger o restaurar cuencas locales. El fondo le paga a los propietarios y pequeños campesinos para no degradar las áreas que rodean recursos de agua. También reforesta áreas para incrementar la absorción de agua y restaura riberas para reducir la erosión y sedimentación de los ríos.
“Buscamos soluciones basadas en la naturaleza”, dijo Samuel Barreto, director de escasez de agua de TNC Brasil.
La alianza está apoyando varias iniciativas en la cuenca PCJ (llamada por los tres ríos que la forman: Piracicaba, Capivari y Jundiaí) en São Paulo. La cuenca abastece a más de 5 millones de personas, una gran parte del parque industrial del estado y es un componente importante del sistema de reserva de Cantareira. El área lidia con varios problemas desde la erosión y sedimentación impactando la calidad del agua hasta los retos protegiendo fuentes dentro de territorio privado.
“Lo que hacemos es muy importante” dijo Pedro Roberto Jacobi, investigador y profesor del Instituto de Energía y Ambiente de la Universidad de São Paulo. Él dice que a pesar de esto, esos programas son “una gota en el océano” y deben de ser implementados a una escala mucho más grande para tener un impacto mayor.
En efecto, la necesidad es aparente –a pesar del hecho de que la ciudad y el campo reciben lluvia abundante. “Parece loco hablar de escasez en Brasil”, dice Richard Lee, director de sustentabilidad de Ambev. Mirando un mapa de la ciudad de São Paulo, sí parece extraño: dos grandes presas, una reserva mayor, tres grandes ríos cruzando la capital –y otras 200 corrientes corriendo subterráneas, cubiertas por avenidas y rascacielos.
Con la excepción de que la imagen de abundancia de la región no refleja la realidad, inclusive en tiempos normales. La ciudad tiene siete veces menos agua disponible por habitante que el mínimo anual sugerido por las Naciones Unidas–mientras acapara el 11% del PIB de Brasil.
“Tenemos la condena de muerte para los ríos de Brasil”, dice Barreto. Durante la crisis del 2014, los ríos contaminados de São Paulo no servían para abastecer el recurso, mientras que los bajos niveles inclusive de agua sucia afectaba otro negocio: productores de granos y etanol acudieron a camiones –mucho más caros– como la hidrovía conectando granjas al puerto Santo fueron cerrados por casi dos años, porque era muy bajo inclusive para las barcas.
La empresa de servicios sanitarios Sabesp, una compañía con cotización oficial (al gobierno le pertenece el 50.3% de las acciones) ha invertido más de un billón desde el 2015 en infraestructura gris para agregar nuevas fuentes de agua, instalar conexiones para crear opciones si un sistema se seca, y varios otros proyectos. Pero Jacobi dijo que el problema en São Paulo es estructural y no nuevo. Además de “la deforestación alrededor de las reservas y ocupación de áreas de cuencas” él dice que la contaminación es lo que reduce significativamente la disponibilidad de agua de uso. Solo en un río en São Paulo, el Tietê, hay desperdicio de 1,200 compañías, de acuerdo a la agencia nacional del agua.
“Es frustrante el no poder convencer a las compañías lo suficientemente rápido de que el trabajo como ellos lo conocen ya no es posible”, Jaccobi le dijo a AQ.
Andrea Erickson-Quiroz, directora global de seguridad hídrica de TNC, tiene una sugerencia para los emprendedores. “No escuches a los que luchan por el medio ambiente”, le dijo a AQ. “Si crees que el agua es algo que podemos posponer, escucha a tus compañeros en la industria de la comida y la bebida. Se están moviendo”.
Muchas compañías dicen que lo comprenden. PepsiCo Brasil dice que ha reducido la cantidad de agua usada en procesos industriales en un 25% desde el 2015, en lo que se ha convertido en una tendencia en varios sectores. Como Andre Fourie, director global de sustentabilidad de agua para AB InBev, dice: “El agua es la única comodidad que es barata, escasa y derrochada. Sin ella, no tenemos negocio.”