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Transformaciones económicas en Cuba: lo que deben procurar



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Las propuestas actuales de cambios económicos en Cuba han abierto una ventana inédita para discutir y eventualmente empezar a corregir algunas de las desproporciones más recurrentes en el devenir económico del país en las últimas décadas.  Por primera vez en mucho tiempo, se ha hecho evidente la necesidad de prestar mayor atención hacia problemas estructurales y consecuentemente concebir políticas con una mayor orientación estratégica, de largo plazo. 

Ello requiere identificar algunas de las brechas de desarrollo más importantes que tiene la nación.  Estas se presentan en forma de contradicciones en ámbitos específicos, de gran impacto en la concepción de un proyecto viable de desarrollo.   Esto nos remite a una incompatibilidad entre los requerimientos del desarrollo contemporáneo y la trayectoria económica de un país.  En el caso cubano, algunas tienen que ver con el uso de los recursos naturales y las características de la fuerza de trabajo mientras que otro grupo se vincula con los medios para utilizar esos recursos en beneficio del país. 

En términos del planteamiento convencional, Cuba aparece como un país pobre en recursos naturales, sin embargo, en algunos ámbitos de gran impacto en el desarrollo como alimentación y energía, la dotación natural de la isla y la maduración de nuevas tecnologías abren oportunidades insospechadas.  Esto implica que en un marco regulatorio mejor estructurado, se podrían mejorar tanto la utilización de las tierras (áreas ociosas, bajos rendimientos) como el aprovechamiento de la biomasa cañera, y las fuentes eólica y solar para garantizar un mayor acceso doméstico y reducir la dependencia externa.  La agroindustria cañera ha experimentado un desarrollo tecnológico notable, impulsada por las políticas tecnológica y energética de Brasil, líder indiscutible en este campo.  Ya no se trata de una rama “tradicional,” expresión de estancamiento e ingresos decadentes.  Esto requeriría nuevas y cuantiosas inversiones que no se podrían financiar con recursos domésticos, lo que llevaría necesariamente a ampliar el espacio para la inversión extranjera, en un grado mucho mayor que hasta el presente. Estas inversiones se pueden agrupar en tres áreas fundamentales: ampliación de capacidades productivas en sectores donde el país disfruta de ventajas competitivas, infraestructura física (carreteras, ferrocarriles, puertos, aeropuertos, electricidad, acueducto y alcantarillado) y ampliación de la infraestructura relacionada con las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC), una plataforma esencial para el desarrollo moderno.  Teniendo en cuenta el limitado ahorro doméstico, la inversión extranjera aparece como una alternativa esencial para asegurar capital, nuevos mercados, tecnologías, compartir riesgo, ganar experiencia en mecanismos de regulación, etc.

Esta opción debería ser complementada con una estrategia que permita mejorar las condiciones en que actualmente se accede a los mercados financieros internacionales, aunque esto depende en última instancia de una modificación en la política de los Estados Unidos.  Dentro de las opciones posibles, se pueden incluir todas las acciones que contribuyan a generar confianza y certidumbre en las decisiones de política económica, con especial énfasis en las relaciones económicas externas.  Algunos campos específicos podrían ser la negociación y eventual firma de un acuerdo marco de cooperación con la Unión Europea, conversaciones con los acreedores del Club de París sobre la deuda cubana con ese grupo, establecer algún mecanismo de consulta informal con el Fondo Monetario/Banco Mundial/Banco Interamericano, mayor integración a iniciativas regionales como la Corporación Andina de Fomento (CAF), entre otros mecanismos económicos que se están consolidando en América Latina. 

A su vez, una mayor integración en los flujos financieros internacionales vía créditos e inversiones debe ser complementada con una reanimación progresiva del potencial exportador de Cuba, tanto en bienes como servicios.  Los datos muestran que actualmente el desempeño está distante de los casos más exitosos y hay un rezago sustancial respecto a varias naciones de la región latinoamericana.  Se conoce que una parte de los factores explicativos tienen que ver con aspectos de la política económica interna.  Si se logran capitalizar los fundamentos antes mencionados junto a una mayor integración comercial y productiva con el resto del mundo, muy especialmente con América Latina, se estarían creando las condiciones para alimentar un ciclo virtuoso alrededor de una mejoría de las expectativas económicas, mejor inserción en mercados financieros y mayor disponibilidad de recursos a menor costo para continuar alimentando el ciclo.  Eventualmente, esto podría terminar impactando la dinámica de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, al aumentar el costo de oportunidad de la actual política para un sector no despreciable dentro de los grupos de negocios en ese país. 

Lo anterior crearía progresivamente un marco más favorable para rentabilizar extraordinariamente el activo más importante de la nación: una fuerza de trabajo calificada con gran capacidad de aprendizaje.  La consolidación de un esquema adecuado de incentivos junto a la construcción de las condiciones materiales permitiría movilizar ese talento en beneficio de la sociedad. 

Teniendo en cuenta la magnitud de los desafíos que enfrenta Cuba y las adversas condiciones internas y externas, es prácticamente imposible esperar una mejoría acelerada a corto plazo en el desempeño económico de la nación y en el nivel de vida de los ciudadanos.  Esa sería una falsa referencia a la hora de juzgar el avance en el proceso de transformaciones económicas.  Sin embargo, si estos cambios permiten abordar integral y sistémicamente las contradicciones del país, se podría decir que las transformaciones actuales constituyen una oportunidad para construir un modelo socio-económico más sostenible.  Cualquier transformación de esta envergadura deberá ser conducida con una aguda capacidad para interpretar las regularidades contemporáneas del desarrollo y reorientar los esfuerzos para aprovechar las oportunidades que pueden emerger en cada momento.

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