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Las múltiples facetas de la buena mentoría

Los mentores son un recurso invaluable para las mujeres. Muchas veces nos encuentran inesperadamente, escribe Susan Segal.
Segal habla en un evento del Red Hemisférica de Mujeres, un programa de AS/COA que promueve la mentoría.
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Este artículo fue adaptado del reportaje especial de AQ sobre cómo cerrar la brecha de género | Read in English

En 1979, a la edad de 23 años, fui contratada por Citibank recién egresada de la escuela de negocios e inmediatamente me enviaron a Caracas como pasante internacional. Había estudiado español durante dos años en el bachillerato, apenas tenía pertenencias y no tenía ni idea de cómo debía funcionar un banco, ni en Venezuela ni en ningún otro lugar.

Al llegar, dejé mis maletas en el hotel y me dirigí directamente a la oficina de Citibank para conocer al equipo de recursos humanos, que me ayudaría a encontrar un apartamento, comprar un coche y todo lo demás. Mientras esperaba, escuché una voz: “Hola, mi nombre es Theresa. ¡Por favor, ven a mi oficina para que podamos conocernos!” Sin darme cuenta, había encontrado a mi primera mentora.

En aquellos días, no lo llamábamos así; el concepto de mentoría no existía, al menos no de la forma en que existe hoy en día. Pero Theresa demostraría ser la primera de tres personas que fueron absolutamente esenciales para guiarme y apoyarme en la primera década de mi carrera y vida profesional.  Aunque muchas cosas han cambiado en los últimos cuarenta años, creo que hay algunas lecciones y verdades universales que todavía son válidas —sobre la gente que se ayuda mutuamente, cómo se afianzan estas relaciones y cómo las mujeres se benefician de tener mentoras sólidas.

Theresa me ayudó a decidir dónde vivir y cómo dar prioridad a mi trabajo. No menos importante, me guió sobre en quién podía confiar, lo cual puede ser muy difícil en un país extranjero. Aunque era seis años mayor que yo y mucho años más avanzada en su carrera como tesorera regional de Citi, forjamos un vínculo único. Durante los dos años en que coincidimos en Venezuela, fuimos a la oficina y regresamos juntas casi todos los días, discutiendo cada aspecto de nuestros días, y nos convertimos en mentoras mutuas en cuanto a los negocios y a la vida. La confianza y la profunda amistad que construimos en esos primeros años sólo creció a medida que nuestras familias se fueron entrelazando, y continuamos apoyándonos mutuamente a lo largo de nuestras vidas de una manera muy significativa, conduciéndonos a ambas a comprender el significado de la verdadera amistad.

También en Venezuela, me encontré con otra persona que tendría un gran impacto en mi carrera de incontables maneras: Bill Rhodes, mi primer jefe y el jefe regional para el norte de América Latina. Incluso después de dejar Citibank para trabajar en una institución que era competencia, nuestros caminos continuaban cruzándose.  En agosto de 1982, México comunicó a sus acreedores que no podía cumplir con sus obligaciones de deuda, lo que inmediatamente desencadenó una enorme crisis que repercutiría en toda América Latina y que conduciría a una de las mayores reestructuraciones de deuda de la historia.

Bill fue nombrado presidente del comité asesor para reestructurar la deuda. Yo fui designada por mi empleador en ese momento, Manufacturers Hanover Trust, para formar parte del comité como su representante. Gracias a nuestra relación previa y a su conocimiento de que yo era capaz, Bill me permitió tomar un rol de liderazgo en el comité. No creo que Bill me haya dado consejos en esos años; lo que me dio fue espacio. Y en ese momento eso fue igual de importante.

No creo que Bill me haya dado consejos en esos años; lo que me dio fue espacio.

La oportunidad mas grande en mi carrera provino de mi tercer mentor: John McGillicuddy, entonces presidente y CEO de Manufacturers Hanover Trust. Cuando tenía 30 años, John se arriesgó y me designó para dirigir todo el departamento de reestructuración de la deuda pública del banco. Fue un empoderamiento increíble y me dio la oportunidad de pasar mucho tiempo con él y con los demás miembros del equipo directivo.

En retrospectiva, la confianza de John hacia mí seguramente superó a la mía propia. Pero lo que era crucial —e inusual en ese entonces— era que nunca se detuvo a pensar en el género o en la edad. Se enfocó, en cambio, en la habilidad de una persona para desempeñar el puesto con éxito y ayudar a salvar el banco (o agregar valor, para decirlo en términos actuales). También me apoyó enormemente durante mis dos embarazos, me visitó y me llamó desde Tokio para felicitarme por el nacimiento de mi hija. Si hubo algo negativo en la experiencia, fue que creí que la amable personalidad de John representaba a la empresa en su conjunto —pero no debí confundirlo con la institución—. Como aprendí más tarde en mi carrera, las instituciones tienen poca lealtad hacia sus empleados, incluso si los empleados tienen una fuerte lealtad hacia la institución.

¿Qué sacar de todo esto?

Bueno, incluso hoy en día, siento que salir y buscar un mentor no siempre es el enfoque correcto. Los mejores mentores suelen ser las relaciones que se afianzan orgánicamente; las construyes y desarrollas un respeto mutuo —y sí, a veces una amistad— con el tiempo. Si tienes suerte, encuentras personas en las que puedes confiar y que confían en ti.

La segunda lección, al menos para mí, es que terminas cruzándote con la gente a lo largo de tu carrera de formas que nunca esperabas. Bill, por ejemplo, ha sido mi amigo desde hace cuatro décadas, incluyendo durante mi período en Americas Society —primero como miembro de la junta directiva y luego como presidenta y CEO—. Supongo que nos sentimos atraídos por personas con las cuales tenemos intereses comunes y que creen en nosotros de maneras que no siempre entendemos. Tal vez no sea así como todos definirían a un mentor; pero la vida te lleva en direcciones inesperadas.

ABOUT THE AUTHOR

Segal is President and CEO of Americas Society and Council of the Americas.


Tags: Gender, mentorship, role models
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