La erosión de la confianza en una sociedad significa la apertura de una caja de Pandora con consecuencias desastrosas. El pegamento que cohesiona a una sociedad es la confianza mutua que pudiese existir entre los niveles de interacciones que un determinado individuo pueda tener.
Es decir, yo debo tener confianza en mi familia, vecinos, conciudadanos, representantes políticos, burócratas, instituciones del Estado y gobernantes de turno para convivir con el mínimo sentimiento de esperanza que las cosas mejoraran para mí y los míos. Queda claro que los niveles de confianza varían entre actores. Por ejemplo, falta de confianza en el rumbo de un país por parte del sector privado nacional e internacional puede tener efectos adversos para el crecimiento económico. Así mismo, falta de confianza entre el pueblo y sus representantes políticos puede generar una espiral de ausentismo electoral o apatía en el sistema político de una nación. Esos tipos de confianza son bastante claros y fáciles de comprender.
Sin embargo, existe la confianza intra poderes facticos que puede y debe ser prioridad para el futuro de nuestras naciones. Esta confianza va mas allá de un simple relevo generacional, implica soltar las riendas a las nuevas generaciones sin ataduras. ¿A que me refiero? La clases políticas y empresariales tradicionales urgen de una repentina realización de que sin confianza expresa y concreta hacia sus relevos generacionales las sociedades pueden ser víctimas de dogmas e ideas ancladas en el pasado.
Se ve con frecuencia en grandes empresas de distintos tamaños, llega un momento en donde su fundador debe ceder espacio a su sucesor que viene expuesto a herramientas y modelos de negocio acorde a los nuevos tiempos. Las empresas que no logran hacer ese relevo o al menos compartir la toma de decisiones de cara al futuro están condenadas al rezago frente a las que dejan sus egos personales a un lado y ceden al nuevo sucesor y su equipo.
Pues lo mismo puede y debe ocurrir en la administración pública y en los partidos políticos. Queda claro que en muchas ocasiones el mayor detente a la evolución en el pensamiento político son personas o grupo de personas que no evolucionaron con los tiempos. Nadie dentro del espectro político latinoamericano se salva de esta aseveración. La democracia llego a la región para quedarse pero también ha llegado un clamor fulminante de parte de las masas pidiendo consensos que no se estanquen en dogma ideológico. La población latinoamericana urge de soluciones pragmáticas a sus problemas diarios. La pobreza no tiene color ni credo religioso y mucho menos favoritismo ideológico. Ciertamente existen líderes políticos y empresariales tradicionales que comprenden esta nueva realidad pero soy de la opinión de que existen aun más jóvenes políticos y empresariales no tradicionales que la comprenden aun más.
Sin confianza en las nuevas generaciones difícilmente sale adelante una nación o una región. Así como llegan los momentos en donde debe ocurrir un depósito de la confianza también llegan momentos en donde un desplazamiento “elegante” debe ocurrir. El llamado es a los líderes históricos en los ámbitos políticos, empresariales y sociedad civil a que confíen en quienes pronto guiaran los destinos de la región, sin ataduras y por otro lado a esta nueva generación que sigue a desvestirse de apatía por la participación y a construir visiones inclusivas para cada una de nuestras naciones y/o regiones.
*Julio Rank Wright es un bloguero que contribuye a americasquarterly.org. Vive en San Salvador, El Salvador.