Nota del editor: Al igual que a los otros autores, pedimos al Embajador Sarukhan que redactara un memorándum sin considerar quién ganará la elección de noviembre. Sin embargo, al final él llegó a la conclusión de que los dos escenarios eran tan opuestos que optó por escribir el memorándum como si Hillary Clinton ya fuese la presidente electa.
Estimada Señora Presidenta:
¡Felicidades por su victoria! Esta fue una campaña verdaderamente intensa y sus efectos, sin lugar a dudas, se han sentido en el exterior. Como socios y aliados hemos presenciado consternados la desatinada demagogia y nativismo que se dio a lo largo del año de precampaña y campaña. Como usted bien sabe, se requerirá de tiempo y esfuerzo para revertir algunos de los efectos adversos que esto ocasionó para los intereses y la huella de poder blando, marca país y diplomacia pública de Estados Unidos en el exterior.
Probablemente ningún país ha resultado tan afectado como México por esta tendencia a lo largo del curso de la elección, por lo que se requerirá de una evaluación seria y honesta de los intereses de Estados Unidos. Mientras integra su equipo de política exterior y establece prioridades y metas para la diplomacia estadounidense en los siguientes cuatro años, es necesario que entre sus principales prioridades se encuentre México y nuestros vínculos bilaterales, en el contexto de un marco más amplio de relaciones en Norteamérica. Sin duda alguna habrá muchos asuntos internacionales y desafíos que competirán por su atención en los días por venir, pero al restaurar un sentido de prioridad estratégica y dirección en la relación entre México y Estados Unidos no sólo contribuirá en gran medida a enviar la señal correcta a la Ciudad de México en esta coyuntura, sino que también comunicará un mensaje inequívoco para el público de Estados Unidos de que no hay una relación tan fundamental para la seguridad, prosperidad y bienestar de Estados Unidos que la relación con su vecino del sur.
Como usted bien sabe, la buena noticia es que esta relación se ha transformado profundamente en el transcurso de las últimas dos décadas y para descarrilarla se necesitaría más que la demagogia, xenofobia, irresponsabilidad y total ignorancia de los hechos que se hemos atestiguado en los meses recientes de la campaña. De manera distinta, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 han sido crisoles para una interacción nueva y fundamentalmente diferente para ambos países.
El TLCAN propició una transformación radical y el surgimiento de un paradigma económico sin igual en la economía global de hoy en día. Cadenas de suministro conjuntas y plataformas comunes de producción apuntalan 6 millones de empleos en Estados Unidos y un comercio bidireccional con un valor de US$1,400 millones por día. México compra más exportaciones estadounidenses que las compras combinadas de Japón y China; del bloque de los BRIC; del resto de América Latina y el Caribe; o las del Reino Unido, Francia, Italia y Países Bajos. Nuestras sociedades están profundamente interconectadas, ya que millones de mexicanos y la comunidad más grande de estadounidenses expatriados que vive en el exterior han establecido su hogar en el otro país. Asimismo, los imperativos de seguridad detonados a raíz de los ataques terroristas de 2001 han obligado a las dos naciones a ampliar el intercambio de inteligencia y la cooperación en materia de seguridad, ya sea para confrontar a las organizaciones delictivas transnacionales que operan en ambos lados de nuestra frontera o para enfrentar otros desafíos regionales y globales en este ámbito.
La prueba -y oportunidad- para estas tendencias radicará en cómo construimos una frontera con infraestructura moderna, administrada con tecnología e inteligencia del siglo 21. En suma, estas tendencias muestran, parafraseando al presidente Kennedy, que una marea alta en México elevará los barcos en ambos lados del Río Bravo.
Estoy totalmente consciente de que todos estos argumentos no caben en una calcomanía de campaña para pegar en la defensa de un auto, y que comunicarla al público nunca ha sido fácil, particularmente en un tiempo en el que millones de estadounidenses sienten que la economía les ha fallado y que la desigualdad se ha profundizado.
Nuestra relación enfrenta múltiples desafíos, de los cuales uno de los mas complejos son las percepciones negativas que se existen en ambos países sobre el vecino al otro lado de la frontera. Una de las claves para superar este reto radica en mejorar los esfuerzos de nuestras diplomacias públicas, un tema que usted entiende y aprecia bien. Como pocas naciones en el mundo, nuestros desafíos y oportunidades se encuentran tan entrelazados que en realidad se han vuelto “intermésticos”, arraigados en la política, valores, ideologías y constreñimientos de la política doméstica, así como en los intereses específicos de cada nación que, sin embargo, pero que a menudo se expresan en un complejo diálogo internacional, bilateral y transfronterizo.
Esta circunstancia le otorga a su administración una oportunidad: la de formular y poner en marcha una agenda de diplomacia pública sostenida, más ambiciosa, integral, de largo plazo y de apuntalamiento mutuo con respecto a México, ya sea mediante la expansión a gran escala de intercambios educativos, apoyando la propuesta de promover que México y Estados Unidos presenten una candidatura conjunta para la Copa Mundial de Futbol 2026, cultivando el creciente compromiso de la comunidad hispana y mexicoamericana con México o aprovechando el creciente dinamismo de nuestra región transfronteriza –en lo económico, social y cultural– como un incentivo para la innovación de políticas públicas y su articulación con el capital social de ambos países.
México y Estados Unidos están convergiendo, como sociedades y economías. Es necesario reforzar el éxito que se tuvo en la década pasada para mejorar significativamente nuestros vínculos bilaterales (a pesar de la tiranía de los errores, fracasos y oportunidades perdidas en el pasado) y la mejor manera de lograrlo de manera temprana en su administración es que usted continúe con la importante tradición de celebrar una reunión entre los presidentes electos de Estados Unidos con su contraparte mexicana antes de asumir el cargo. En un momento en el que Estados Unidos fija de nuevo su atención en los mercados extranjeros para promover su crecimiento económico y la creación de empleos, sería aconsejable, Señora Presidenta, enfatizar que la mayor oportunidad –y el futuro– radica en México y la región de Norteamérica.
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Este artículo ha sido traducido del original en inglés.