La Ciudad de México está atascada. La capital mexicana, sobrepoblada y hundiéndose, fue nombrada a principios de este año como la ciudad más congestionada del mundo. Esta dudosa distinción no sorprende a nadie, tomando en cuenta que el número de automóviles registrados en el área metropolitana casi se duplicó entre 2005 y 2013. La calidad del aire ha empeorado tanto que recientemente las autoridades implementaron el “Hoy No Circula”, una medida temporal que prohíbe circular un día a la semana a los automóviles privados.
Sin embargo, una solución al eterno tráfico de la ciudad – al menos de manera parcial – podría verse en el horizonte.
Si el nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México abre como se tiene previsto en el 2020, el antiguo aeropuerto, que actualmente se encuentra a sólo tres millas del centro de la ciudad, cerrará sus puertas, dejando libre para el desarrollo de proyectos un área de más de dos veces el tamaño de Central Park en Nueva York.
Este tipo de oportunidades no se le presentan muy a menudo a las grandes metrópolis del mundo, en donde los terrenos bien localizados son cada vez más escasos y hay poco espacio para grandes proyectos urbanos.
“Este proyecto tiene el potencial de transformar el futuro de todo el país, tanto en lo urbano como en lo democrático”, dijo Salomón Chertorivski, Secretario de Desarrollo Económico de la Ciudad de México. La construcción sobre el espacio previamente ocupado por el aeropuerto va a crear “la mayor transformación urbana en la Ciudad de México en el siglo XXI”, mencionó Chertorivski a AQ.
De hecho, muchas de las propuestas sobre qué hacer con el espacio contribuyen a la disminución del tráfico en la ciudad. Un proyecto de densificación apoyado por el gobierno que incluya un parque, viviendas, locales comerciales y la ampliación del transporte público, por ejemplo, podría mejorar la conectividad de la ciudad y reducir su congestión; resultando en una disminución de las distancias para desplazarse y haciendo una ciudad más compacta que promueve el uso de la bicicleta, considera al peatón y reduce la dependencia del automóvil.
En contraste con el nuevo aeropuerto, que se encontrará en la periferia de la ciudad, el actual aeropuerto está situado cerca del centro de la Ciudad de México. El terreno tiene acceso a cuatro de las vialidades principales, por lo que un uso eficiente del espacio podría contribuir al flujo eficiente del tráfico en tres direcciones.
Sin embargo, no hay garantía de que tal cambio se llevará a cabo, y el debate sobre lo que pasará a los 1750 acres que quedarán desocupados apenas empieza. De hecho, es la misma ciudadanía quien participa en el debate. El gobierno de la ciudad ha convocado al público en general a ser parte de un proceso participativo llamado “La Opinión de la Ciudad”, cuyo objetivo es involucrar a los ciudadanos – ya escépticos al proyecto del nuevo aeropuerto – para determinar qué hacer con el espacio.
“Sería irresponsable repetir la misma historia de improvisación y construcción de grandes proyectos de manera acelerada sin llevar a cabo una discusión pública”, dijo Chertorivski, quien espera que este proceso sea “un precedente que esté abierto a la opinión pública, sea democrático y tenga transparencia sobre la forma en la que los espacios urbanos se transforman”.
En marzo, el gobierno de la Ciudad de México entregó el primer documento de la serie “Opinión de la Ciudad”, el cual da los resultados del primer proceso de participación pública. Hasta ahora, las propuestas de los ciudadanos y expertos urbanistas van desde un pulmón verde para la ciudad, un complejo educativo, desarrollos de vivienda, hasta un centro de convenciones.
Pero esa transformación no será fácil ni rápida. Muchos niveles de gobierno convergen en la decisión sobre qué hacer con los terrenos del aeropuerto; el terreno pertenece al gobierno federal por lo que la colaboración entre los diferentes niveles será crucial, de acuerdo con Chertorivski. Por otra parte, el proyecto tardará años en completarse – bajo diferentes administraciones, tanto a nivel local como federal – por lo que el crecimiento de la población y el aumento del tráfico seguirán exigiendo la creación de soluciones a corto plazo.
Sin embargo, los beneficios de incorporar medidas para disminuir el tráfico en este nuevo proyecto son evidentes, si se toma en cuenta que el número de viajes diarios que entra y sale de la zona metropolitana hacia la ciudad es 4,2 millones. De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), si el tiempo de viaje promedio en la Ciudad de México se redujera al mismo nivel que el de la ciudad de Nueva York (38 minutos), los ciudadanos y las empresas podrían generar entre 655 millones y 1,9 millones de dólares adicionales (entre 11,5 y 33 millones de pesos) por año.
Eso es mucho dinero para una ciudad que representa aproximadamente 17 por ciento de la economía del país. El debate sobre qué hacer con el espacio que hoy ocupa el aeropuerto será controversial y polémico, pero es un debate que a otras grandes ciudades de la región les encantaría poder tener.
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Landa is a public policy programs associate for the Americas Society/Council of the Americas. Follow her on Twitter @mclanda.