Una tarde de septiembre pasado, sentado en un taxi en los alrededores del centro de Manhattan, Moisés Kaufman recibió una llamada en la que le avisaban que había sido seleccionado para recibir la Medalla Nacional de las Artes, la máxima distinción artística de los Estados Unidos. “Lo primero que dije fue: ‘¿estás segura de que tienes el número de teléfono correcto?’” le contó Kaufman entre risas a AQ.
Que el director y guionista de 52 años esté sorprendido por su propio éxito es quizás entendible. Habiendo crecido en un hogar judío ortodoxo en medio de una Venezuela católica, su sensación de ser ajeno se hizo doblemente aguda cuando se dio cuenta, a los once años, de que era homosexual. “Maricón y gay eran de las peores cosas que podías decirle a un macho venezolano en los 70 y los 80” comentó, levantando las cejas. “Yo era una minoría dentro de una minoría”.
Esa experiencia de ser minoría se ha convertido en el centro de sus ambiciones creativas, y lo ha ayudado a llegarle a audiencias en todo el territorio estadounidense.
Pocas semanas después de la inesperada llamada telefónica, Kaufman estaba al lado del presidente Barack Obama en la Casa Blanca, a punto de recibir, junto a otras diez personas, una medalla por su “excepcional contribución a la excelencia, crecimiento, apoyo y disponibilidad de las artes en Estados Unidos”.
No era su primera vez en la casa presidencial. Siete años antes, Kaufman había estado allí, viendo a Obama firmar el Acta de prevención de crímenes de odio Mathew Shepard y James Byrd Jr. Habían invitado a su compañía de teatro, Tectonic Theater Project, a presenciar la firma después del éxito de su obra “The Laramie Project”, que está basada en entrevistas llevadas a cabo en el pueblo donde vivía Shepard un mes después de que su muerte desatara protestas nacionales sobre los derechos LGBT. Esta vez, parado en el mismo salón, Kaufman sería reconocido por su “sensible exploración de temas relacionados con la cultura y la sexualidad”.
El éxito profesional de Kaufman nunca fue algo seguro. Al principio lo desanimaron miembros de su familia y los escasos prospectos de trabajo para estudiantes de teatro en Caracas. Decidió entonces matricularse en la universidad para estudiar administración. En 1980, al cabo de cinco años en los que escribía y dirigía obras en su tiempo libre, Kaufman se graduó.
“Cuando obtuve mi título le dije a mis padres: “Aquí está. Esto es para ustedes. Ahora me voy a Nueva York a hacer lo que quiero hacer”, recordó Kaufman, quien entonces emigró a la ciudad y se inscribió en la escuela de teatro de New York UNiversity, Tisch School of the Arts.
Al terminar su segunda carrera universitaria, Kaufman y su ahora esposo Jeffrey LaHoste comenzaron a revivir obras clásicas en sótanos y supermercados abandonados. Su objetivo desde ese momento era utilizar el teatro para comenzar diálogos nacionales sobre aspectos sociales que les preocupaban. Fue en esos tiempos que Kaufman escribió y dirigió Gross Indecency: The Three Trials of Oscar Wilde (1997), que cuenta los eventos que llevaron al encarcelamiento de Wilde por sodomía en 1895. La obra impactó a las audiencias y se convirtió en una de las más presentadas en el país.
“Disparó nuestras vidas”, recordó Kaufman.
Fue en medio de ese éxito que Shepard fue asesinado. “Siempre he encontrado conmovedor que haya sido Oscar Wilde quien pagó por ese viaje a Laramie”, contó Kaufman en en su oficina cerca de Times Square.
The Laramie Project trajo más reconocimientos. Kaufman colaboró con HBO para adaptar la obra a una película que fue nominada para cuatro premios Emmy. Desde entonces, el dramaturgo ha recibido más honores y ha dirigido otras obras importantes, incluyendo cuatro que fueron presentadas en Broadway y dos que fueron nominadas a premios Tony.
Aparte del reconocimiento a su trabajo en Estados Unidos, la reacción de sus amigos y familia en Venezuela tiene un significado especial para el director. “Ver cómo ellos y mis (otros) compatriotas disfrutan de mi éxito es una fuente inesperada de gran alegría”, dijo al contar que su madre, quien siempre lo apoyó, lloró en la ceremonia en la Casa Blanca y le dijo que fue el día más feliz de su vida.
Sin embargo, Kaufman no viaja a Venezuela con frecuencia. Así como su vida ha cambiado desde que se fue de Caracas en 1980, el país también ha pasado por una gran transformación. La elección del expresidente Hugo Chávez en 1999 -y del actual presidente Nicolás Maduro en el 2013- han traído años de crisis económica y de erosión de las libertades civiles en ese proceso. “Es algo muy difícil de presenciar”, dijo Kaufman al recordar un reciente viaje a patria, su primero después de cuatro años. “El cambio es muy notable. La pobreza. La desesperación… Me rompió el corazón”.
Reflexionar sobre su viaje a Venezuela hizo al artista recordar el día en que se convirtió en ciudadano estadounidense. “Tenía citas después y estaba apurado. Pensaba que sería un proceso burocrático, cuenta. “El juez entró al cuarto y todos nos pusimos de pie y las primeras palabras que salieron de su boca fueron: ‘Si es cierto que la riqueza de un país se mide por la cualidad de sus habitantes, hoy nos convertimos en una nación más rica porque ustedes se hacen ciudadanos’”.
Todos los que estaban en el cuarto se pusieron a llorar, dijo Kaufman. Después de recibir la medalla de manos de Obama, Kaufman dice que quería enviarle un email a la jueza para decirle que esperaba haber cumplido con la promesa de ese día. “No he encontrado su nombre, pero se lo mandaré cuando lo encuentre” asegura.
Sentado en su oficina, Kaufman estaba entusiasmado por todo lo que aún está por venir y señaló a un tablero en donde “Jorge Luís Borges” estaba escrito en tinta roja al final de una lista de ideas en proceso para futuras obras. El escritor argentino es uno de las principales fuentes de inspiración para Kaufman, junto a otros autores Latinoamericanos como los peruanos Alfredo Bryce Echenique y Mario Vargas Llosa.
En los últimos días de la divisiva campaña política en Estados Unidos, Kaufman dijo que ante todo, continuaría haciendo teatro que satisfaga el “hambre de la gente a que les hablen inteligentemente sobre temas que les afectan”. Que el público se conecte tan íntimamente con su trabajo es prueba de esa idea.
“Es la forma de ellos de decirnos: las preguntas que ustedes están planteando… importan”.
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Krygier es pasante editorial con AQ.