Verónika Mendoza había sido congresista en Perú por menos de un año cuando decidió alejarse del Partido Nacionalista Peruano que estaba entonces en el poder y que ella había ayudado a construir por casi una década. El entonces presidente Ollanta Humala había enviado a la policía a pueblos de los Andes para controlar protestas contra multinacionales mineras, lo que confirmó las sospechas de Mendoza de que el gobierno había dado un giro a la derecha.
Después de que en mayo de 2012 dos campesinos murieran durante las manifestaciones cerca a una mina en la región de Cusco, la región de donde proviene Mendoza, la congresista llamó a la primera dama Nadine Heredia, una de las fundadoras del partido y una de las principales consejeras de Humala. “Me dijo que no podíamos meternos con el lobby minero”, recuerda Mendoza, quien habla quechua y se dedicaba a la antropología antes de entrar a la política. “Ya había decidido dejar el partido, pero eso me confirmó que era la decisión acertada”.
Esta no fue la primera vez que Mendoza y otros jóvenes peruanos progresistas se sintieron como “huérfanos políticos”. A sus 35 años, Mendoza nunca ha visto un político de izquierda verdaderamente comprometido en el palacio presidencial, en parte porque la insurgencia sangrienta de Sendero Luminoso, inspirada en el Maoísmo, de las décadas de 1980 y 1990 dejó a los peruanos con un escaso apetito por ambiciones políticas de izquierda, incluso ya entrado este siglo.
Pero Mendoza podría cambiar eso. El año pasado lanzó una discreta campaña por la presidencia y se sorprendió incluso a sí misma cuando por poco supera a Pedro Pablo Kuczynski, el ahora nuevo presidente, en una apretada primera vuelta. Aunque Mendoza no logró pasar a la segunda vuelta, sus buenos resultados en las encuestas ayudaron al Frente Amplio, la coalición que ayudó a fundar en 2013, a ganar más curules en el Congreso que Peruanos Por el Kambio, el partido de centro de Kuczynski.
“Ella era la principal amenaza que teníamos al intentar entrar a la segunda vuelta”, dijo Carlos Bruce, un vocero y congresista del partido de Kuczynski. “Realmente cometió muy pocos errores en la campaña… se conectó con la gente de una manera que muy pocos otros pueden”.
En un momento en el que los movimientos de izquierda en otros países sudamericanos se están quedando sin combustible, Mendoza ha revivido las esperanzas y los miedos de que una izquierda moderna y más elegible está echando raíces en Perú. Sin embargo, como ella misma ha señalado, el caudillismo basado en una personalidad que practican líderes de izquierda, como los venezolanos Hugo Chávez y su sucesor Nicolás Maduro, es anticuado y antidemocrático.
“La izquierda tiene que estar al tanto de la realidad, no ser abstraída por dogmatismos”, le dijo Mendoza a AQ. “La izquierda tiene que estar conectada con la gente, tiene que estar lista a adaptarse a sus necesidades”.
Mendoza espera lanzarse a la presidencia de nuevo en 2021, con cinco años más de experiencia. Hasta ahora, ha dado prácticamente todos los pasos apropiados para posicionarse como una opción responsable. El ejemplo más notable es que se tragó su desagrado por Kuczynski, un ex banquero inversionista, y lo apoyó en la segunda vuelta contra Keiko Fujimori, la hija de un ex presidente de derecha autoritaria. Esto le ayudó a Kuczynski a obtener la victoria y el poder con una diferencia mínima.
Dentro de las luchas de Mendoza está diversificar la economía peruana para alejarla de la minería, reemplazar la constitución de 1993 aprobada por el gobierno de Alberto Fujimori y proteger los derechos de los grupos indígenas, de las mujeres y de miembros de la comunidad LGBT.
Mientras Mendoza hablaba con AQ, Kuczynski estaba recibiendo al líder de la oposición venezolana Henrique Capriles durante su visita al Perú. El Frente Amplio estaba siendo fuertemente criticado por no apoyar una moción del Congreso manifestando su solidaridad con los venezolanos, y en cambio quitándole importancia y tratándola como una estratagema de la derecha para ganar puntos políticos. Mendoza admitió que esta fue una oportunidad perdida para mostrar su visión de un movimiento de izquierda diferente. Su coalición debió haber “tomado la iniciativa” con su propia moción condenando las violaciones de derechos humanos en Venezuela. Maduro, añadió Mendoza, debió haber acatado los llamados por un referendo “hace mucho tiempo”. “La nueva izquierda que estamos construyendo debe ser un partido del diálogo”, dijo. Puede ser que en 2021 los peruanos tengan la oportunidad de juzgar si Mendoza cumple lo que dice.
—
Taj es una periodista de Reuters basada en Lima.