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Migrantes Navideñas en Bolivia



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El paisaje es desértico y frío. Sopla el viento y sólo oyes, apenas, la paja brava crecida en esas tierras sin agua. Lo único que se ve, con suerte, son llamas y alguna vez un campesino. Así es el altiplano en la región de Potosí y Oruro, cerca de Orinoca, allí donde nació Evo Morales. De regiones como aquéllas cada año llegan a las ciudades de Bolivia cientos de indígenas en busca de dinero, ropa y regalos para sus hijos pequeños. En sus tierras sólo hay pobreza, miseria y ancianos.

Las llaman simplemente “potosinas”. Son mujeres. Los hombres se quedan en el campo, trabajando la tierra. Las mujeres parten con sus hijos de pocos meses cargados en la espalda, o con chiquillos de menos de 10 años a los que les enseñan a estirar la mano para pedir dinero en las calles de la ciudad. Sus rostros están ajados por el frío, parecen viejas y mastican coca como único alimento. Algunas son ancianas de más de 70 años. Algunas enseñan a sus hijos o nietos a cantar o bailar quizás para paliar un poco la vergüenza de andar mendigando.

Y es que Potosí es, hace demasiados años, el departamento más pobre del país más pobre de la región (después de Haití). Una triste paradoja si pensamos que Potosí le dio al mundo las inmensas riquezas de aquél cerro rico que está hoy al borde del colapso de tanto horadar sus entrañas de plata. Ahora mismo, Potosí, donde se encuentra el Salar de Uyuni, explota para el país y el mundo el preciado litio como alternativa energética del futuro. Y por si fuera poco, hace algunos meses Potosí entró en seria disputa con su vecino Oruro por la propiedad de un retazo de territorio donde se prevé explotar uranio con la participación de Irán.

Mientras tanto, Potosí continúa expulsando a su gente hacia las ciudades del interior del país, e incluso a países vecinos, en busca de mejores días. Hay  comunidades en las que quedan menos de una decena de ancianos. Nada más.

Las migraciones internas y externas son parte de la condición humana. En Bolivia, aymaras, quechuas y otras etnias fueron también migrantes en tiempos de conquista y formación de pueblos y naciones. Pero la gente migra también por otras razones. La falta de oportunidades en su lugar de origen, la pobreza, la desesperanza, son las principales. De ahí que los potosinos sean migrantes casi desde siempre. Uno de ellos es René Joaquino, su alcalde.

La historia de Joaquino es como la de Evo, aunque menos mediática y carismática. De hecho, Filemón Escóbar, viejo dirigente sindical minero y padre político de Evo, tiempo después de haber sido expulsado del MAS (partido político de Morales) optó por adoptar a Joaquino como su nuevo pupilo y futuro contendiente de Evo, cosa que efectivamente sucedió en las últimas elecciones nacionales de diciembre del año pasado.

El caso es que René Joaquino nació en un ayllu potosino y a sus ocho años hacía adobes junto a su padre. De allí migró en busca de colegio. Ya en la ciudad trabajo de portero en una escuela, al mismo tiempo que estudió derecho. Joaquino es abogado y hace más de una década que participa en la vida política de su región y, tímidamente, del país. Ha sido alcalde de Potosí cuatro veces con más del 70 por ciento de respaldo popular, incluida la última cuando ganó las elecciones municipales de abril de este año. Pero en agosto pasado, precisamente cuando Potosí le armó tremendo lío al gobierno de Morales reclamando en principio un territorio en disputa (el tema del uranio), las demandas centenarias brotaron. Los potosinos echaron en cara al país mismo su postergación. Al país que vivió siglos gracias a Potosí. Y al gobierno de Morales no se le ocurrió mejor idea que aprehender al alcalde Joaquino con cualquier pretexto hasta hoy.

No es que con Joaquino no hubiesen migrantes ni que la gente tuviese más esperanza. Es que la historia no cambia. Bolivia se empeña en ser un país monoproductor, obsesionado con la minería, dejando de lado la producción agrícola y otras posibilidades. Así, la historia de las migrantes navideñas, esas mujeres potosinas que visitan las ciudades cada año, cargadas de sus hijos, pidiendo limosna, seguirá siendo parte de la triste postal de la Navidad boliviana, por los siglos de los siglos…

*Cecilia Lanza es una bloguera que contribuye a americasquarterly.org y vive en La Paz, Bolivia.

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Cecilia Lanza



Tags: Bolivia
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